Le dijo al pasar, Pablo, me llamo Pablo, pero ella lo había retratado antes de ese instante, con su voz y su memoria.
Era así, se producía en un segundo, como un disparo. Una foto de Pablo que se ponía en movimiento, una ráfaga de miradas a esa imagen marrón clara, perdida en el tiempo.
La imagen, no la palabra; después de tanta ausencia para tenerla, ahora volvía como esa briza ligera de la tarde, y cierto olor que duele. Venía por Machaca, claro, para acercarse despacio a esa orilla oscura que estremece cuando lo nombran. Él lo sabía, era para ella, La Gladis.
Lo busca para ella, para soplarle un poco el dolor de adentro, que arde inmenso, que no cierra, aunque la palabra liberada se deslice abundante por la comarca conquistada.
En el combate final con el número uno, lo retrató justo cuando caía esperando el suelo, así, con las manos abiertas, casi desnudo, su imagen limpia daba vuelta en el aire; Pablo esperó que lo mirara y disparó convencido.
Era el Machaca de la resistencia, ahí estaba sonriente, con la palabra no conquistada; en blanco y negro granulado; viendo caer al número uno, viéndose caer con un atado de palabras entre las manos, certeras, triunfantes en el cielo azul oscuro de Chorcán.
Después de esa imagen nadie lo vio, aunque ella lo espera en todas las miradas, y en el aula, y en la calle, lo quiere mirar en el río pero se mueve con el agua, y salta las piedras resbalosas, y se cae, y vuele a mirar. Y por fin lo ve venir hacia ella, entonces corre para abrazarlo pero no está, se disuelve entre sus párpados.
Pablo siempre le trae algunas donde están todos juntos, en las cabinas telepáticas, o en la orillas del río Mekong, todos pensando en cómo defender la palabra, abrazados de lucha y entusiasmo. Machaca siempre aparece atrás, como queriendo escapar del retrato; apura la instantánea para preparar las coordenadas y las claves que defenderá la resistencia. El número uno no descansa y domina con su discurso artero.
Las cosas sucedían así, delante de nuestros ojos, y nuestros ojos miraban una niebla profunda en la distancia. A quien mirar sin juzgarlo? a quien dispar entre la niebla saliente. Oiga usted, sí, usted, es la palabra un instrumento de lucha y esa cámara de luz tiene que retratarla. Así, clara, inmensamente profunda. Chick…
A veces ella prefiere estar sola, envolverse a sí misma, sabe que está escondido en su memoria, lo protege del recuerdo de los otros, que sin saber, van tejiendo la telaraña del olvido.
Otras veces Pablo le deja unas donde se los ve caminando a la salida de la escuela, en el primer plano ella le sostiene el bastón mientras él la mira para siempre en su memoria.
Antes de irse le dijo, mientras ella vigilaba desde la ventana; me llamo Pablo, ese día estaba de blanco y negro, con el lente abierto, había una especie de resolana, de esas que solo aparecen ciertas tardes de otoño, aseguró el obturador y después de mirarla, gatilló.
El ruido no despertó ninguna sospecha en el caserío.
Fotos de Pablo Teruel