Son muchos los héroes argentinos que no son reconocidos y tuvieron un rol importantísimo en la guerra de la Independencia de Sudamérica. En esta oportunidad vamos a destacar a Don Francisco de Paula Otero, nacido en San Salvador de Jujuy el 2 de abril de 1786, cuyos padres fueron Don Martín Otero y Doña Luisa de Goicochea y Ordoñez, españoles de destacados vínculos con el comercio de la zona.
Francisco de Paula se incorporó al ejército español ( al igual que Martin Miguel de Gúemes ) , que tenía un Regimiento en la ciudad de Salta, pero en 1809 abandona las armas y se dedica al comercio familiar que tenía como principal objetivo la venta de ganado caballar y mular en Bolivia y Perú. Estos animales eran muy requeridos para ser utilizado en el transporte del mineral extraído, especialmente en Potosí y Pasco. Su padre, Martin, tenía campos en la zona de San Pedro de Jujuy donde criaba ganado y fue el primer productor de Caña de azúcar de la zona.
Durante varios años estuvo trasladando estos animales, junto a parientes entre los que se destacaba su primo Miguel Otero, que con los años fue Gobernador de la provincia de Salta. En 1817 contrajo matrimonio en Tarma (Perú) con la hija de un militar español, doña Petronila Aveleyra y Sotelo con quien tuvo una numerosa descendencia. Con el tiempo y debido a su visión por los negocios, incursionando en la minería, comercio y agricultura, se hizo de una muy buena posición económica y se convirtió en vecino notable. Su primo Martin se radicó en Pasco, donde también contrajo matrimonio.
En 1820, con el desembarco del general José de San Martin en el puerto de Paracas y al mando de la expedición libertadora, comenzó a sumar adeptos, entre los que se destacaba Martin Otero. Francisco se incorporó de manera inmediata y sobresalió como comandante de guerrillas, sumando numerosos vecinos a la causa patriota.
El reconocido historiador peruano, José Gálvez Barrenechea, en su libro “Nuestra pequeña Historia” destaca que “Francisco de Paula Otero fue general y prócer de nuestra Independencia, formó con grandes esfuerzos en el departamento de Junín una montonera. Hombre activo, enérgico, valiente y contribuyó con eficacia y denuedo a la obra de la libertad, no era militar y se improvisó de tal para cooperar a la lucha contra los godos. Refiérese que en cierta ocasión, en Tarma, hallóse con que tenía reclutados más hombres de los que en esa época formaban una compañía, llamándolos estentóreamente: “Compañón marchen “.
Fue el coronel Antonio Álvarez de Arenales quién lo incorpora al Ejército libertario y el 28 de noviembre de 1820 declaran la Independencia de Tarma. Al tomar en cuenta los atributos del jujeño, le confiere el título de Coronel de Milicias Regladas, nombramiento que fue ratificado por el General Don José de San Martín el 26 de diciembre de 1820. Junto a sus hombres comienza un tenaz acoso a los españoles organizando, estratégicamente, la lucha de guerrillas con las que causan serios daños al ejército enemigo. Debido a su heroísmo es ascendido a Coronel Graduado del Ejército y el General San Martín lo premia y condecora con la Orden del Sol del Perú.
Al continuar con la lucha libertaria es nombrado primer Jefe del Batallón Huánuco, “prestando grandes servicios y cuyos efectivos se habían incorporado a la aguerrida y sólida División Peruana del Ejército Libertador” según lo destaca el investigador Eudoro Terrones Negrete. Son muchos los historiadores peruanos que destacan la labor del jujeño.
El autor de la “Historia Militar del Perú” Antonio Castro al referirse a la Batalla de Junín señala que “junto al sampedrano Andrés Rázuri, también lo hizo el denodado y valiente Coronel Francisco de Paula Otero, alma del ejército durante esa campaña y a quién en buena cuenta podría considerarse como el autor de este triunfo “. En esta batalla, Otero fue uno de los principales jefes de la caballería que era dirigida por Simón Bolívar.
Debido a su destacada actuación, es nombrado edecán del General Antonio José de Sucre y participa activamente en el triunfo de la batalla de Ayacucho, sellando la caída del Virreinato del Perú el 9 de diciembre de 1824. Bolívar señala que la Batalla de Ayacucho, “es la cumbre de la gloria americana, y la obra del General Sucre. La disposición de ella ha sido perfecta, y su ejecución divina. Las generaciones venideras esperan la victoria de Ayacucho para bendecirla y contemplarla sentada en el trono de la Libertad, dictando a los americanos el ejercicio de sus derechos, y el imperio sagrado de la naturaleza “.
Ya reconocido por Sucre y Bolívar como uno de sus hombres de mayor confianza, es designado Presidente del departamento de Arequipa, adonde parte para sofocar los últimos focos de rebelión. En esta oportunidad se enfrenta y vence al español Pio Tristán, que en la década anterior había sido vencido en las batallas de Tucumán y Salta por el General Manuel Belgrano.
Ya en las luchas internas del Perú, destaca Terrones Negrete, “recibe el nombramiento de Jefe del Estado Mayor del Ejército y de Prefecto del departamento de Junín. Secundó la acción de las fuerzas adictas al Presidente Orbegozo y es ascendido a General de División. En 1835 fue nombrado Comandante General de los departamentos del Norte y en 1939, junto al General Santa Cruz, participa de la batalla de Yungay.
Cansado de participar en las luchas internas del Perú, lo que le valió numerosos sinsabores, además de recibir una condecoración de brillantes por los servicios prestados, se retiró a Tarma para recuperar los bienes que había perdido y descuidado durante la campaña libertaria, muriendo el 12 de abril de 1854 a la edad de 68 años.
En tanto su primo Miguel se divorcia de su esposa en Pasco y retorna a su Salta natal.
Para sellar esta breve nota destacaremos las palabras del doctor Raúl Adanaqué Velásquez, profesor de la Universidad de San Marcos, que esta lucha “se dio gracias al generoso aporte de los pueblos de la sierra que de alguna u otra manera aportaron todo lo que podían y, demostraron hasta lo inimaginable, con tal de conseguir la derrota de los españoles y sus aliados. Aunque la victoria fue en Ayacucho, las celebraciones se dieron en Lima y sus frutos quedaron en la capital, olvidándose totalmente de las provincias patriotas”. “Todavía se está en deuda, porque sus nombres están en los documentos generados por los jefes de la guerra y solamente falta ser inscritos en los libros de la historia patria, en agradecimiento a su sacrificio y reconocimiento de las nuevas generaciones de una deuda por cancelar”.
El 28 de octubre de 1987, por iniciativa del diputado nacional peruano, profesor Eudoro Terrones Negrete y del intendente de San Salvador de Jujuy, profesor David Jorge Casas, la ciudades de Tarma y la capital jujeña fueron hermanadas. Actualmente una de las calles de San Salvador de Jujuy lleva su nombre.