Ya son casi 120 las instituciones que vinieron a recibir la donación de libros de literatura jujeña, entre bibliotecas populares, bibliotecas escolares, merenderos, sindicatos, fundaciones y nuevos espacios de lectura (algunos que se crearon a partir de esta iniciativa). ¡Maravilloso! Y digo “vinieron” porque literalmente vinieron de casi toda la provincia…
En diciembre pasado junté unos cuantos libros de mi editorial Cuadernos del Duende y doné, como un regalo de fin de año, a un par de bibliotecas populares, cuatro en realidad. Lo publiqué en las redes e inmediatamente me empezaron a llegar pedidos de libros. Pero esta vez era más que nada de escuelas, de docentes. Entonces armé el proyecto. Compilé y organicé (con mucho de lo que ya tenía la editorial) una colección de cuentos de autores jujeños y mitos y leyendas de la cultura regional; fueron cuatro tomos que se llamaron “Cuentos escalofriantes”. Por suerte todavía existen los mecenas (sí, sí) y rápidamente los mandamos a imprimir. Mandé un par de mails y un par de whatsapp y se viralizó rápidamente. Ya llevamos tres sábados de entrega. Es increíble; es como un tesoro escondido (un tapado); me refiero a las ganas de leer o de crear ámbitos de lectura que de pronto emergieron. Fueron tres sábados, de aproximadamente 40 personas cada uno.
En cada encuentro les doy una breve charla acerca de “leerle a otro/a”, no dejar los libros en los anaqueles, y tampoco darles que lean. El concepto de “con-leer” lo tomé como propio de este proyecto: leerle a otro/a es una experiencia en la que se enriquecen y se incentivan ambos, o todos si es colectiva.
Me llamó la atención la desesperación de los docentes: “¡No tenemos libros de autores jujeños!” decían casi todos, y varios dijeron “no tenemos libros”. “En mi escuela, como no tenemos espacio, hicimos la biblioteca en un árbol” dijo una maestra de El Carmen. “Yo estoy armando una biblioteca en Valle Grande porque cuando yo era chica no llegaban los libros” expresó Pastora Mamaní venida desde las Yungas. También me conmovieron un par de sindicatos y un espacio del SEDRONAR, y algunos merenderos, y copas de leche, y un señor del servicio penitenciario, y una señora que tiene un espacio de lectura en el Hospital de Niños. “Yo con estos libros voy a cumplir mi sueño, que es inaugurar una biblioteca en El Fuerte” dijo un muchacho que vino de esas lejanías. Y una docente de Lagunillas del Farallón (límite de Argentina, Chile y Bolivia) estaba con frío porque había tenido que tomar el colectivo a las cuatro de la mañana. Y también de una escuelita de frontera en Yavi Chico (límite con Bolivia), o de Yuto (al extremo noreste de la provincia), o de Santa Catalina (en la más alta puna), o de las escuelas de los barrios del centro de San Salvador de Jujuy. En fin, una maravilla cada sábado. El próximo estamos organizando una movida con la Asociación de Bibliotecarios de Jujuy; la presidenta fue precisa: “Esto nos va a permitir reavivar la asociación” expresó emocionada.
Lo que también me llama la atención (o tal vez no) es que ningún diario ni canal de televisión de Jujuy se hizo eco de la noticia (¡y eso que mandamos un par de mensajes!). ¿Por qué será, no? No importa, me dije, éste es un virus que se contagia rápidamente por la emoción que brilla en los ojos de quien está convencido/a de que la lectura es un refugio para el alma. ¡Viva la lectura! ¡Leer nos hace libres!
Jujuy, 25 de mayo de 2021