Despreciado por el río que sigo despidiendo,
soy ese que el río ignora y que yo admiro,
digo ese río esquivo y fugitivo
de tenue cauce
que transcurre junto al pueblo.
Sé que no es el río el que pasa
sino el tiempo;
tiempo o río
-qué más da-
ambos se fueron ya,
yo sólo aquí,
viendo partir;
tan solo viéndolos
(ignoto para el río y para el tiempo)
y sólo aspiro a viajar
en este barco de papel,
tripulado por palabras,
sobre las aguas dulces
de este verso.
Viejo grumete de un barco de tinta sobre un cauce fugitivo
que sigue huyendo.
Mi ilusión es que viaje
este poema aguas abajo
en este efímero velero
de palabras pero es inútil,
es un barco quieto,
un barco ciego;
es un barco muerto.