Una tarde de verano, un viejo sapo cantó. Un gallo holgazán dormía, la canción lo despertó y muy enfurecido dijo: –¿De dónde viene esa voz? Un conejo muy asustado rapidito se escondió, la tortuga que escuchaba al conejo lo siguió. La vaca rumiando estaba, al cruel gallo lo ignoró. Un pato de cuello largo dijo: –¡No presté atención! El gallo enojadísimo a una oveja preguntó: –¿Escuchaste quién cantaba? –No escuché nada, patrón. El cerdito en el chiquero ni siquiera lo miró. Una cabra y su cabrito tiritaban de terror. El caballo dijo al gallo: –¿Qué desea usted señor? –Descubrir quién ha cantado- enfadado contestó. Una bella mariposa descansando en una flor, dijo al enojado gallo: –¡Hágame usted un favor! deje el enojo de lado, recupere el buen humor. Si todos somos amigos ya no busque quién cantó, organice un gran concierto que sea una sensación. Que alguien toque la guitarra y el que sepa, un bandoneón, que no falte una trompeta y tampoco un buen tambor. Cigarras sean del coro y un gato el presentador, que el grillo sea el que cante y usted sea el director. La luna tibia ilumine y el cielo azul sea el telón. La brisa lleve el perfume y un lapacho dé el color. El gallo, refunfuñando, el evento organizó. El sapo, que no sabía el lío que desató, se presentó en el concierto con galera y con bastón, se sentó en primera fila y sorprendido aplaudió. El gallo maravillado de su enojo se olvidó. Del libro Los alumnos del Fondo; Taller de Miraflores