De pescas y pejerreyes
En las tardes de invierno, cuando el frío invita a la reflexión y la compañía de una buena jornada de pesca, el dique Las Maderas se convierte en un santuario.
Aquí, en mi provincia, donde el agua se funde con la tierra, se escucha el eco de la vida misma.
Y con una invitación de amigos comienza la ceremonia.
El pescador, como un artesano meticuloso, se prepara con devoción. Cada elemento de pesca, según la presa potencial, son seleccionados y organizados con cuidado. Se decide si pescará con boya, al tirón, con balancín o tirafondo.
Las cañas de pesca son medidas y revisadas con precisión. Una vez tomada la decisión, el pescador ordena su bolso y su indumentaria, lleno de ilusión por la experiencia que está a punto de vivir.
Al llegar al dique, las ilusiones se renuevan. El momento de subir al catamarán, esa embarcación icónica de los diques del norte de Argentina, está cargado de emoción. Se saluda a los presentes y amigos, dando inicio a la jornada. Cada pescador elige su sector, se sienta en su silla y comienza la siguiente fase de la ceremonia: contemplar la inmensidad de la creación divina y armar el equipo de pesca. Se selecciona el reel, se hace el nudo corredizo, se determina la medida de la boya y el peso del balancín. Cada pieza encuentra su lugar, cada elemento de pesca se organiza con esmero. Sin olvidarse de la carnada importante para los logros.
El catamarán, conducido por un experto, se estaciona en el lugar seleccionado dentro del dique. La tarde especial comienza, y uno se sumerge en un mundo de tranquilidad y pasión serena, lanzando el anzuelo en busca de lo desconocido. Hay momentos en los que el agua está en calma, reflejando la serenidad del instante, y otros en los que se agita con el viento, presentando diversos desafíos. Es como la vida misma.
Al final de la jornada, se regresa a casa. Se comparten historias y los pejerreyes obtenidos, con los seres queridos. Al narrar esta placentera actividad, vienen a la mente recuerdos de mi padre y los momentos disfrutados juntos, así como la imagen de mi madre, esperando pacientemente nuestro regreso del dique con un té caliente y deseosa de escuchar nuestras historias vividas.
Simplemente, es una historia de pescador, una que se entrelaza con los recuerdos más preciados, los lazos familiares y la belleza de la vida en su forma más simple y pura.