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Ernesto Altea

El hueso del problema

 

      En el número anterior de El Ojo de la Tormenta, Raúl Noro firma una nota en la que dice responder a las escritas por mí en esta revista. Expone una serie de opiniones, algunas de las cuales merecen una reflexión de mi parte.
      A lo mejor tiene razón cuando dice que mi pensamiento obedece a los slogans que proponen los medios. Es innegable la influencia de los medios de comunicación masiva, que van formando ese imaginario colectivo que menciona Raúl. Seguramente él lo sabe mejor que yo, ya que gran parte de su carrera periodística la hizo como corresponsal de dos medios de enorme influencia liberal y conservadora, como son La Nación y La Gaceta.
      Estoy conciente que nadie es dueño de la verdad, que mi ideología se nutre de mi propia historia y que la expreso con la claridad que permiten mis limitaciones literarias, en los artículos de El Ojo de la Tormenta y, sobre todo, en “Argentina descarnada”, libro que publiqué en el 2.005. No pretendo representar a nadie ni formo parte de ninguna organización que no haga públicos sus objetivos. En todo caso, lo que vale es el testimonio de vida. Somos lo que hacemos, por más que pretendamos parecer otra cosa.
      Coincido con su párrafo “los problemas de convivencia dentro de una comunidad, sea jujeña o de cualquier país civilizado, son una cuestión muy compleja”. Si se los lee atentamente, mis escritos apuntan en la dirección de tratar de comprender la complejidad de los problemas de nuestra comunidad. En ese sentido me parece necesario apuntar algunas cuestiones que no dudo, Raúl coincidirá que no son slogans:

-Está claro que las protestas pueden ser legítimas y que su ejercicio está consagrado por la Constitución nacional. También es cierto que en las organizaciones sociales hay auténticos militantes absolutamente respetables, que supieron mantener coherencia en sus ideales a los largo de décadas de lucha.

-Pero no puedo aceptar confundirlos con quienes denomino “patoteros”, grupo perfectamente organizados que los jujeños identificamos claramente, que opera con toda impunidad y prepotencia, coordinado por celulares y moviéndose en los conocidos vehículos Fiat Idea de la Tupac. Esos muchachos no son los mismos que trabajan en la construcción de casas, escuelas, piletas y fábricas, porque dedicando 14 horas diarias a estas tareas, sería imposible que además se aplicaran con tanto ahínco a agredir personas y bienes en reiteradas ocasiones con idéntica metodología violenta.

-Esta metodología está destinada a atemorizar e impedir el normal desarrollo de las actividades de la población en general y los funcionarios en particular, sembrando caos y debilitando a las instituciones. Es tan claro esto, que países como Cuba y Venezuela, que apoyan abiertamente esta forma de rebeldía fuera de sus territorios, aplican enérgicamente el monopolio de la fuerza reprimiendo las protestas cuando son contra su propio régimen.

-También está claro que esta metodología violenta perfectamente orquestada resulta funcional a los planes del gobierno K, ya que tanto el matrimonio gobernante como los máximos funcionarios del gobierno nacional no sólo avalan públicamente lo actuado, sino que financian a las organizaciones que lo aplican. Es demasiado evidente que el dinero que reciben no sólo sirve para hacer casas, escuelas, piletas y fábricas.

      Podría seguir acumulando argumentos que sostengan “mi” verdad, pero creo que ante la gravedad de la situación que vivimos los jujeños, pretender tener razón en esta discusión me parece una falta de respeto hacia todos aquellos comprovincianos condenados a la desesperanza. Porque está claro que el camino de la confrontación permanente conduce sólo a más confrontación y sirve únicamente a los que pescan en río revuelto. Pero para los que desean vivir en una sociedad más armónica en la que tengan oportunidades de desarrollar sus capacidades, los conflictos permanentes no sólo los intimida, sino los aleja de la solución de sus problemas.
      En todo caso, creo que es más constructivo que entre todos busquemos los puntos de contacto, las cuestiones fundamentales en las que podamos ponernos de acuerdo para ver si logramos avanzar hacia una sociedad más justa y que los beneficios lleguen a todos los jujeños a través de mejores oportunidades de trabajo, educación, salud, justicia y seguridad.
A mi juicio el hueso del problema es la pobreza estructural en la que están sumidos casi la mitad de los jujeños, consecuencia de la falta de oportunidades de trabajo, de las deficiencias en los servicios de educación y salud, de una justicia que funcione equitativamente dentro de un marco de seguridad que nos ampare a todos por igual.
      Hoy casi la mitad de los jujeños dependen para vivir de los ingresos que les proporciona el empleo provincial estatal o los programas nacionales de apoyo a desempleados y carenciados. Más del 70% de los recursos del presupuesto provincial están destinados a pagar sueldos. Es demasiado evidente que este esquema no se puede sostener en el tiempo ya que condena a los pobres a seguir siéndolo siempre, generación tras generación. También el estado provincial será siempre pobre porque nunca logrará recaudar suficientes impuestos para hacer otra cosa que pagar magros sueldos. Lo peor es que este esquema perverso, condena a los funcionarios del gobierno de Jujuy a mendigar por los pasillos de ministerios del gobierno nacional, en busca de migajas que nos permitan llegar a fin de mes o hacer las obras públicas que le interesan al poder central.
      A pesar de que ya dura doscientos años, esta forma de colonialismo porteño no es irremediable. Hay muchas provincias que viven de sus propios recursos y dependen en menor medida del gobierno central. De hecho, hasta hace menos de tres décadas, era el caso de Jujuy. Por lo tanto podemos recuperar los espacios perdidos y construir una provincia más equitativa. Para que esto ocurra no hay magia: hay que invertir capital para que se generen oportunidades de trabajo y se cree riqueza. En cualquier sistema económico es igual, se llame EEUU o China. Inclusive en el caso de la Tupac, para que puedan hacer lo que hacen, necesitan de los 8 o 10 millones mensuales que les manda el gobierno nacional. Si se corta ese chorro, se terminan los proyectos.
Está claro también que la diversidad y complejidad de los problemas que nos afectan es enorme. Pero las vacas se comen de a bifes. Si fuésemos capaces de aceptar que es necesario ponernos de acuerdo en los temas fundamentales, podríamos ir encarando una a una las soluciones, avanzando hacia un futuro mejor. Y al cabo de cinco o diez años, seguramente estaríamos viviendo en una provincia mucho más equitativa.
      Pero si en cambio, el hueso del problema resulta ser la lucha por el poder a toda costa, entonces el futuro será vivir en este pantano, en el que los “elegidos” viven bien y el resto, la otra mitad de la población, seguirá dependiendo de las migajas que deja caer el Estado.






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