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Sergio Aramayo

La minería en Jujuy

      A propósito del debate abierto en nuestra provincia con relación a la actividad minera y la posibilidad de nuevas inversiones, creo que es oportuno señalar o destacar algunos aspectos que tienen que ver con el modelo minero a desarrollar.
      Reaparece en toda su magnitud como viene sucediendo en los últimos 150 años la contradicción entre el modelo minero extractivo-exportador versus el modelo industrializador. No escapa a esto, el enorme auge del cultivo de la soja y su creciente demanda,  lo cual influye permanentemente sobre las políticas a desarrollar y ha implicado que el actual modelo minero sea exportador de recursos naturales y comodities.
      Para situarnos en la discusión, siempre resulta esclarecedor y apasionante releer las ideas pioneras de los revolucionarios como Manuel Belgrano que sostenían: “Ni la agricultura, ni el comercio serían, así en ningún caso, suficientes a establecer la felicidad de un pueblo si no entrase a su socorro la oficiosa industria” (Correo de Comercio, Nº 2 del 10/3/1810; “Los frutos de la tierra, sin la industria no tendrán valor” (8/9/1810).
      O los escritos de Mariano Moreno a comienzos de los albores de la Patria “En consecuencia, después de limpiar nuestros territorios totalmente de enemigos interiores y asegurar nuestra independencia, tanto para cubrir los empeños del Estado, como para nuestros emprendimientos y demás que sean necesarios, débese, tomando las providencias por bandos, papeles públicos y beneplácito de todos los pueblos por sus representantes, proponiendo los fines de tal emprendimiento, manifestando las ventajas públicas que van a resultar tanto al pobre ciudadano como al poderoso, y en general a todos, poniendo la máquina del Estado en un orden de Industria que facilitará la subsistencia a tantos miles de individuos….”, Escritos políticos económicos. Plan revolucionario de operaciones, 1810.
      Y de tantos otros,  incluso el ingeniero y economista conservador como  Alejandro Bunge: “Se ha sostenido, durante demasiado tiempo que la República Argentina era y debía seguir siendo un país agrícola; que la extensión y fertilidad de su suelo definían el mayor provecho con el cultivo de algunos cereales y el cuidado de los ganados; que la explotación de otras fuentes de riqueza y las industrias resultaba difícil y costosa…La situación de nuestro país no ofrece ningún obstáculo insuperable para  que un cambio de política económica nos permita colocarnos en la posición de una nación de primer orden… ha llegado el momento de orientar el esfuerzo nacional hacia el perfeccionamiento de su producción,  explotando minas y ensanchando y creando manufacturas…. Nuestra nueva política responde a necesidades nuevas, a la elevación de nuestro nivel cultural por medio de una industrialización adelantada”, El Modelo Agro-Exportador Argentino y sus Descontentos: La Crítica a las Políticas Económicas entre 1900 y 1930.
      Como se ve, todos ellos desde su perspectiva y circunstancias históricas expresan de algún modo la necesidad de desarrollar la industria para construir una nación soberana.
Pero en definitiva, hasta ahora, salvando algunos periodos (1930-1945,1946-1955 y 1955-1976) a la luz de los resultados históricos ha sido el modelo exportador el que ha prevalecido, sostenido por un modelo político y económico que ha estructurado la educación, el desarrollo de la infraestructura nacional, la ciencia, la tecnología y el pensamiento nacional a favor de éste. Aunque, con los resultados a la vista, no ha conseguido ni la “felicidad del pueblo”, ni la “elevación del nivel cultural”, ni mucho menos que seamos una “Nación Soberana”.
      Nuestra provincia no escapó a esto. Sólo basta mencionar cómo el escritor Juan Horacio Pasini Bonfanti en su libro Jujuy, Minería y un pionero describe los primeros intentos en 1865, de elaborar aceites de “chapapote” o kerosene” no concediendo el unitarismo central en la Cámara de Diputados de la Nación, por 118 votos contra 14 el pedimento de concesión exclusiva por término de 15 años de una fracción de tierra para tales fines, en un momento donde se podía producir el 40% del kerosene requerido en Jujuy y Salta, y se importaba de Estados Unidos.
      O como fracasa el intento de explotar e industrializar el Betún en la Laguna La Brea por “falta de capital y recursos técnicos”.
      También resulta ilustrativo conocer cómo el ingeniero en minas Emilio Pasini Bonfanti, en 1920 en terrenos de La Esperanza, pone en funcionamiento una metalúrgica llamada LA FUNDICION, donde procesaba minerales de nuestra Puna tales como “antimonio puro, sulfuro de antimonio, plomo, bismuto, plata, cobre, metales antifricción y asfalto”, llegando a ocupar 500 obreros.
Resulta más que elocuente ver cómo estos primeros intentos de industrializar nuestra producción minera fracasan por el total desinterés del gobierno provincial y la negativa del Banco de la Nación Argentina para conceder los créditos necesarios, que sostengan la inversión realizada. Favoreciendo en los hechos a los capitales extranjeros que conociendo la importancia de nuestra minería comienzan a invertir en la Puna Jujeña.
      Sin embargo, existen a la vez en nuestra provincia, ejemplos más que elocuentes de cómo con visión industrialista y políticas de estado, algunas de ellas producto de acuerdos políticos y económicos con el sector agroexportador predominante o fruto de circunstancias donde se logró imponer un modelo de desarrollo industrial nacional, han permitido que ciertos sectores de nuestra economía transiten el camino de la industrialización de nuestros recursos naturales y la producción primaria, dejando a lo largo del tiempo muestras acabadas de sus beneficios. Es el caso de la  agroindustria azucarera, que sobre la base de un régimen de tarifas fuertemente proteccionista que en 1885 elevó los aranceles de importación del azúcar del 37,75% al 108% y luego en el periodo de 1888-1912 a un promedio de 286%, permitiendo la integración de la economía azucarera de Jujuy al mercado nacional, protegida de la competencia extranjera y también subsidiada cuando se registraban excedentes de producción. Otro ejemplo de Política de Estado con visión industrialista es la que en 1945 decidió iniciar la producción de arrabio permitiendo que Jujuy hasta 1960se transformara en una provincia con un cierto perfil industrial. Lo que favoreció que alrededor de Altos Hornos Zapla, se radicaran industrias metalúrgicas y metalmecánicas, que además incentivaron la aparición de fundiciones de otros minerales como plomo, zinc, estaño, etc. llegando a ocupar 5000 mil puestos de trabajo directos e indirectos.
      Â¿Alguien puede dudar de cómo se desarrolló la provincia y en especial la ciudad de Palpalá y de cómo cambió la demografía provincial merced a esta decisión? Este fue el motivo de la aparición de cientos de pequeñas y medianas empresas en la zona.
      Y el tercer ejemplo, tiene que ver con que fue una ley del año 1967, la que dio origen al Fondo Especial del Tabaco. La decisión tuvo como principal objetivo garantizar a la industria del cigarrillo la provisión de materia prima, lo cual  contribuyó a desarrollar un sector de pequeñas y
medianas explotaciones tabacaleras, que pasaron a predominar en la zona de Perico y que fueron fuente generadora de miles de empleos rurales. ¿Alguien puede dudar de lo que significaron para el desarrollo de la región, principalmente del territorio provincial, los ingresos que deja la actividad tabacalera, que generaron un efecto multiplicador, que derivó en el crecimiento de otras actividades como el comercio, la venta de maquinaria agrícola, talleres, metalúrgicas, servicios, etc.? Entonces, cuando se habla de cuál es el modelo minero a desarrollar no caben dudas que debe ser aquel que proponga un desarrollo integral de la producción desde la explotación hasta su industrialización, por que ha sido éste el que ha demostrado por lejos ser el más beneficioso. Mas aún, cuando se trata de recursos naturales de carácter estratégico, como el litio, que no tienen otros países y que está comprobado que será  la energía del futuro.
      Lamentablemente, algunos miopes sólo ven las dificultades, sin siquiera imaginarse, ni mucho menos plantearse, que es una oportunidad histórica el hecho que nuestra provincia sea poseedora de este recurso. Es al revés de lo que dicen, ya que en este caso la posición dominante en el negocio es nuestra, porque sin el litio, otros podrán tener toda la tecnología que quieran, pero no tienen lo principal, lo cual los obliga, en estas circunstancias, a respetar y aceptar las condiciones que imponga nuestra política de desarrollo. Existiendo en el mundo sobrados casos que demuestran que el capital de inversión se radica allí donde encuentra condiciones favorables para su rentabilidad.
      Desde ya, tratándose de un recurso natural estratégico debemos asegurar hacer un uso racional de su explotación, sin destruir el medio ambiente natural, ni contaminar los suelos y el agua, incorporando a nuestras comunidades en los programas de desarrollo y ejecutando controles rigurosos que no permitan los residuos tóxicos, ni los pasivos ambientales. Para esto habrá que definir la escala de las explotaciones. Sin que signifique desconocer la falta de un plan de desarrollo para la provincia y las dificultades y carencias que existen, pero cuando se trata del futuro de miles de ciudadanos jujeños que podrían encontrar empleo y mejorar la calidad de vida de sus pueblo y familias, bien vale la pena tratar de emular a aquellos patriotas que hace casi 200 años no dudaron de hasta perder  sus vidas y sus bienes por la causa que  nos hizo alguna vez soñar con una Nación Libre y Soberana. 






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