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Ernesto Altea

Para pensar nuestro presente

Ernesto Altea

      Luego de un encuentro realizado en Amaicha del Valle, Tucumán, en el que se rataron temas vinculados a las posibilidades de crecimiento del NOA, regresé a Jujuy en un lentísimo viaje que me sirvió para analizar todo lo ocurrido. Una cuestión que me quedó dando vueltas fue la charla sobre la minería, que creo que fue, es y será un tema trascendental en nuestra región y en nuestra vida. Es por eso que quería plasmar algunas reflexiones sobre esto.
      Empiezo con la preocupación más honda que me acosa todo el tiempo, ya que tengo hijos y nietos: ¿tiene solución la cultura humana como la conocemos ahora? ¿es factible detener el efecto negativo de todo lo que el hombre hizo y está haciendo en su medio ambiente?¿es reversible el calentamiento global?¿qué podemos hacer nosotros al respecto?¿qué pasará cuando se agoten los recursos?
      Creo que se pueden morigerar los efectos pero nunca anularlos. La humanidad crece en número y en años de vida, y cada uno exige el derecho a tener lo que hoy representa la calidad de vida: luz, agua potable, casas, automóviles, educación, comunicaciones, trabajo, comida industrializada, bebidas con y sin alcohol, ropa a la moda, libros, diarios, etc.. No podemos detener la máquina. Mantener a 6.000 millones de seres humanos resulta casi inmanejable para la pobre naturaleza. En el 2.050 dicen que seremos el doble. Imagínense. Desde el mundo político y empresario se piensa que se podrá manejar todo ese cambio orientándolo en una dirección “sustentable”. Inclusive hay científicos que creen lo mismo. Yo rezo todas las noches para que tengan razón y mis hijos y nietos tengan un futuro hermoso.
      El calentamiento global parece una entelequia porque hay científicos que dicen que es resultado de los ciclos normales de la naturaleza. Pero hay otros que afirman que se debe al efecto invernadero resultante de las actividades que desarrolla el hombre. Si es como dicen aquellos, nada podemos hacer excepto esperar que todo siga bien. Si en cambio es como todos imaginamos, hay que saber que el 75% de los gases que producen el efecto invernadero proviene de los países desarrollados. Argentina aporta algo así como el 0,5%.
      Los recursos no renovables tienden a agotarse a una velocidad creciente en la medida que se acelera el desarrollo de los países. El petróleo será el primero, según dicen en unos 20-25 años.
Es decir que hay cosas que podemos hacer para no empeorar la situación, pero debemos ser concientes de cómo y dónde vivimos, y actuar en consecuencia.
      Después de esta introducción  expongo mis ideas. La minería es la primera actividad industrial del hombre. Nace antes que el hombre moderno, en el momento en que alguien se dio cuenta que habían algunas piedras (el silex) que eran más fácilmente trabajables que otras para fabricar herramientas. Se inició entonces un proceso de búsqueda y explotación de yacimientos, que por supuesto adquirieron un gran valor estratégico para quienes tenían ese conocimiento tecnológico, beneficiando así a su tribu.  Cuando alguien descubrió posteriormente el cobre y la metalurgia, esto es purificar, fundir, alear y dar forma a los metales mediante el calor, el salto tecnológico impactó tanto en la vida de los seres humanos que actualmente dividimos nuestra historia en Edad de la Piedra, del Bronce, del Hierro, y ahora algunos hablan de la Edad del Cuarzo, porque es el mineral con el que se hacen los chips de las computadoras.
      Muchas guerras se hicieron y se hacen por su causa. En nuestros pagos, la del Pacífico fue por el control de las salitreras; la del Chaco por el petróleo del oriente boliviano; las del Golfo 1 y la de Irak por el control del petróleo, etc. por dar sólo unos ejemplos.
      Casi todos los bienes sobre los cuales se asienta nuestra civilización tienen origen en la minería: las casas están construidas con ladrillos de  arcilla cocida unidos por cemento y cal. Los pisos, las manijas y bisagras de las puertas, los conductores de la luz, los focos, la grifería de los baños, etc, etc. Nuestros autos, aviones, todos los productos alimenticios industrializados o producidos aplicando una mínima tecnología de tractor y arado. El petróleo es un mineral y su industria extractiva es minera, por lo que los combustibles, lubricantes, solventes, etc derivados son consecuencia de la minería.
El 80 % del peso de una computadora. El vidrio en todas sus aplicaciones. La mayoría de los colorantes para las pinturas. Los áridos y las rocas de aplicación. Un buena parte de la industria farmacéutica. Bueno, ya me entienden. La minería en su amplia extensión ocupa actualmente mucho más gente que el agro en el mundo, y es la base sobre la cual se asienta esto que llamamos la "vida del hombre moderno". Está enlazada y relacionada con la gran mayoría de las demás actividades siendo la base de la industria pesada mundial.
      Sin esta actividad seguramente el número de seres humanos que podrían sobrevivir en nuestro planeta sería mucho menor, quizá sólo algunos miles. Estarían reducidos a la vida de las tribus que solamente utilizan productos vegetales naturales para la subsistencia. Y dije "estarían" porque el promedio de vida de esas tribus no supera los 35, y nosotros ya estamos pasaditos.
Es tan amplia la actividad minera que hay muchísimas formas de trabajo comprendidas. Pero  cuando en esa reunión de Amaicha nos referíamos al tema "cultura minera", yo hablaba específicamente de las tareas de los hombre que están en la puna o en la cordillera, trabajando dentro de un socavón, extrayendo el mineral con su esfuerzo, ya que las tareas de oficina, de laboratorios, de las plantas procesadoras, de transporte, de operación de máquinas pesadas, y demás tareas inherentes, no difieren en nada para cualquier actividad que analicemos.
      Partiendo entonces de esa premisa, creo oportuno recordar algunos antecedentes importantes: la minería y la metalurgia existen en nuestra región desde hace por lo menos dos mil años. Y con toda seguridad, desde la llegada de los incas, la propiedad de los yacimientos metalíferos fue del Estado. España trajo el mismo principio desde Europa, ya que nace del derecho romano. Sólo en algunos estados de origen sajón tienen otro concepto de propiedad del subsuelo, como en EE.UU., Inglaterra, Australia, Canadá, Sudáfrica.
      En la época de la colonia se utilizaron indios mitayos para el trabajo, y cuando estos se fueron “acabando”, trajeron esclavos negros para sustituirlos. Cabe recordar que las explotaciones agrícolas funcionaban con la misma metodología de "contratación" de mano de obra. En nuestra región las principales minas estaban vinculadas a los jesuitas primero, y a los liquidadores de la Compañía después. Pero la organización nacional marcó la desaparición de casi todas las minas importantes por problemas de aduanas internas y distancia al puerto.
      La cosa cambia en la década del ´40, cuando el Estado asume el rol de desarrollar la siderurgia y el petróleo, como bases de la industria nacional, produciéndose un fuerte impulso a través de Fabricaciones Militares, YPF, y Yacimientos Carboníferos Fiscales. Esto generó leyes laborales muy avanzadas para el sector minero, que posicionaron a nuestro país en una situación mucho más adelantada que el resto de la legislación latinoamericana de entonces. Posteriormente nació AOMA, el gremio minero que fue y sigue siendo poderoso.
      La minería "grande" nacional funcionaba con "enclaves", que consisten en que alrededor de la mina se construía un pueblo con hospital a cargo de la empresa. Y eso era válido para las privadas, también incluidas las "medianas". En realidad, con excepción de la petrolífera, en nuestra industria minera sólo hay una “grande”, Alumbrera. Las demás son medianas en el orden internacional. Minería “PyME” sólo hay algunos lavaderos de oro, rocas de aplicación y canteras. En el aspecto laboral quienes cumplen rigurosamente la legislación son las grandes.
      Para que tengan una idea, cuando conocí las empresas mineras hace 25 años, sólo la mitad del personal trabajaba en interior mina, ya que el resto estaba en administración, ingeniería, exploración y planta de proceso. De aquellos, todos lo hacían utilizando el equipo completo de seguridad: casco, anteojos de seguridad, botines con puntera, guantes de cuero, protectores auditivos, lámparas individuales y máscaras antipolvo donde eran necesarias. Y su ambiente de trabajo era una galería “entivada” -enmaderada”- bien iluminada para circular, claramente señalizada, con definidas corrientes de aire forzado para ventilar, con unos 10-12 grados de temperatura y unos 90% de humedad, ya que siempre brota agua en interior mina y hay que bombearla hacia fuera. Todas estas medidas de seguridad no eran por filantropía, sino que la industria del juicio por accidentes y por enfermedades profesionales como la silicosis y el saturnismo, les hacía unos agujeros enormes a las empresas que se descuidaban. De las empresas que conocí sólo una, Pirquitas, no cumplía totalmente porque se estaba fundiendo. Todas les daban al personal casas revocadas, con piso de cemento, con agua corriente y baño completo, con cocina de leña y provisión de la misma. Aguilar inclusive tenía el mejor hospital de la Puna, y una escuela técnica secundaria con talleres y laboratorios de donde salieron la gran mayoría de los trabajadores propios y de toda la minería nacional. Tenía ya un supermercado completo, y un estadio cubierto apto para fútbol cinco o básquet.
      Como la gran mayoría de los empleados eran nativos de las zonas aledañas a las minas, sus condiciones de vida anterior al empleo en lo que hace a  vivienda, acceso a la salud, a la educación, etc, eran más primitivos. Por esa razón los mineros jubilados prefieren vivir en los centros poblados y no regresar a sus lugares de origen.
      En la década del ´80 las minas que sobrevivieron adoptaron el criterio mundial de no desarrollar enclaves, sino tomar personal de las localidades vecinas sin desarraigar las familias, y hacer viajar a los trabajadores con el sistema de dos semanas trabajadas por una de descanso. Con eso se evita lo que se llama el “despueble”, que ocurre cuando se agota un yacimiento y el pueblo queda sin fuente de trabajo transformándose en fantasma.
      Con el advenimiento de la tecnología casi todos los trabajos en interior mina son mecanizados: hay máquinas denominadas Yumbos que perforan los frentes de galería, otros pequeños tractores con palas cargan el mineral en trenes de vagones interconectados con cintas que sacan el mineral por rieles. Sólo quedan semi manuales: el “tojoneo” (el más peligroso), que consiste en hacer que se desprendan del techo los bloques que han quedado flojos después de las voladuras, y la perforación de los tiros para expandir un área o seguir una veta específica, que se hace con una perforadora neumática que apoya sobre una pata mecánica y se dirige manualmente, y que trabaja en una neblina de agua para evitar el polvo en suspensión.
      Todas las empresas mineras de este tipo tienen un área de seguridad muy estricta que, además de darles cursos y preocuparse de la provisión de los elementos adecuados, hace pública su presencia con carteles bien visibles del tipo:”Llevamos tantos días sin accidentes”. Puedo asegurarles que las condiciones de trabajo tanto en interior mina como en los otros puestos no tienen nada que envidiar a los de las empresas agroindustriales, forestales, de la construcción, de transporte. Zapla, por ejemplo, siempre tuvo más muertes en su planta industrial que en las dos minas.
      El conocer una mina con galerías es una experiencia que siempre recomiendo. Es un ámbito totalmente diferente al resto de las tareas humanas, y por lo tanto, tiene toda una mística propia: desde el culto al diablo, en la mitología minera boliviana, al prestigio social que brinda en la puna el trabajar en el socavón. Hagan la prueba de hablar con mineros viejos o actuales y verán que están orgullosos de su trabajo y que lo sienten digno y respetable. Tiene un prestigio social que no se le adjudica al agricultor, al camionero, al oficinista, al mecánico, ni al que trabaja fuera del socavón.
      Por supuesto que la industria manufacturera, el turismo, los servicios en general, tienen una mayor calidad de condiciones de trabajo, pero requieren otra capacitación o están localizadas en otras regiones.
      Desde el punto de vista del recurso, es no renovable, por lo tanto se agota, así que lo que queda a la sociedad es lo que deja durante el período de explotación. Por ello, como ciudadanos tenemos que ocuparnos de hacer que así sea. Hay países que hacen esto muy bien, como Chile, Australia, Canadá. Otros que sólo la ven pasar como Bolivia, Perú, etc. Nosotros, creo, estamos en un punto intermedio. A Jujuy la minería le dio mucho: Sueldos al personal, regalías mineras, educación y cultura del trabajo en la Puna, industrias fundidoras, empresas proveedoras de bienes y servicios. Indujo el desarrollo de infraestructura caminera, vial, de energía, de salud y de educación en un tercio del territorio provincial. Al país le dio una enorme variedad de materias primas y la gran mayoría de los mineros con experiencia que están dispersos en las provincias que ahora empiezan a ser mineras. ¿Podría dejar más? Seguro, por eso pretendemos integrar más la cadena productiva. ¿Y el daño ambiental? Si la explotación es racional y está controlada, el impacto es mínimo. Hoy hay tecnología para solucionar casi cualquier problema de contaminación. Inclusive los agujeros se pueden tapar o acomodar para que el impacto visual no sea negativo. De hecho en las minas con galerías, las áreas ya explotadas se rellenan con el mismo material o con otro que proviene de superficie, porque así se evita el mantenimiento de las viejas galerías o el riesgo de derrumbe, así que terminado el mineral, no queda ningún agujero.
      Pero tratando de ser ecuánime a la hora de analizar impactos, miro a mi alrededor y observo todo lo que debe hacer nuestra cultura para ser lo que esperamos: la evolución de las ciudades transforman completamente miles de hectáreas para poder construir las viviendas, calles, caminos, canales, cloacas, plantas industriales, aeropuertos, etc; para construir una ruta movemos millones de metros cúbicos de tierra que nunca regresarán a su lugar de origen; los diques cambian el curso y el ritmo de los ríos, sin mencionar el impacto biológico que provocan; la agricultura desmonta miles de hectáreas cada día y deforesta poco a poco el planeta; la construcción de canales, de obras de riego, de puertos, de balnearios, etc., etc., impactan muchas veces más que la minería ya que los yacimientos están localizados en áreas definidas que, comparadas con las obras mencionadas más arriba, son poco significativas.
      Tengo claro que aquellas son de interés general y estas últimas son empresas privadas. Sin embargo, creo que también son de interés general, ya que sin los productos que de ella se derivan, no tendríamos la civilización que conocemos. Para bien y para mal.
      En conclusión. Yo trabajo para cambiar lo que veo que está mal. Trato que la minería, como industria de base, deje a nuestra sociedad los mayores beneficios posibles y haga el menor daño compatible con su actividad. Lo mismo trato de hacer con las demás actividades del hombre. Hace algunos años era más optimista sobre el futuro de la humanidad. Hoy, quizá porque tengo conciencia que hace sólo cien años yo ya habría superado la edad máxima promedio, me estoy volviendo más fatalista. Confieso mi preocupación y mi miedo. Pero no bajo los brazos y sigo trabajando como si fuese posible hacer de este planeta un lugar mejor para todos sus habitantes.






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