Enrique Gebauer (h)*
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Transitar (De tránsito): Ir o pasar de un
punto a otro por vÃas o pasajes públicos
Cómo la lengua está en constante transformación, la resignificación de los términos permite actualizar ciertas ideas que tenemos sobre el mundo que, a través de ellos, construimos. La apropiación de los medios de transporte modernos como elemento constitutivo del concepto de tránsito (tránsito automotor, aéreo, etc.) implica una operación a través de la cual dichos productos tecnológicos suponen una condición necesaria en nuestra concepción del traslado por el espacio público. Pero como dicha condición no es suficiente, no podemos desechar del análisis al primigenio transporte peatonal.
Lugar de circulación y encuentro por definición, la calle es un escenario en donde se manifiestan determinadas relaciones y tensiones, distintas formas de relación social, que configuran una comunicación especÃfica entre los diversos actores que convergen en este espacio público. Uno de los elementos que integra esas interacciones refiere a un tipo particular de comunicación, que adquiere jerarquÃa creciente: la violencia. No sólo podemos observarla en sus manifestaciones más extremas, que se expresan de forma evidente en acciones contra los bienes y las personas (accidentes, robos, asaltos) y en incidentes en manifestaciones individuales o colectivas de diversa Ãndole. En un intento por desentrañar las relaciones y tensiones presentes enla comunicación establecida en el tránsito, también podemos apreciar que nuestra sociedad produce una violencia más sutil, con la que convivimos casi sin darnos cuenta: los conflictos generados en los flujos del tránsito por las calles de San Salvador de Jujuy entre peatones, ciclistas, automovilistas y colectiveros, actores sociales que construimos un sistema de comunicación complejo. Aunque significado socialmente como menos violento, el tipo de comunicación que producimos al transitar por los espacios públicos es internalizado, actualizado y legitimado en forma cotidiana en nuestra cultura.
La organización moderna del espacio urbano induce a la confluencia periódica y simultánea de un gran número de personas hacia sectores especÃficos de la ciudad, en nuestro caso, el centro: la concentración de establecimientos educativos, hospitales, el centro financiero, los grandes comercios minoristas, la administración pública, hacen del centro de la capital provincial una de las zonas de mayor densidad de circulación. Las particularidades de la conformación geográfica del centro (los dos rÃos que determinan su forma longitudinal) dificultan el ingreso y egreso a un espacio que, por su configuración histórica (se constituye a partir del siglo XVII), está compuesto por calles y veredas de las más angostas de una ciudad que registra, en las últimas décadas, un sostenido crecimiento demográfico y del parque automotor. Esta convivencia urbana se establece en un contexto de reciente pero importante desintegración social, lo que tiende a agudizar las tensiones, por ejemplo, la contradicción entre la exposición permanente a mensajes que incitan al consumo (en una de las regiones menos beneficiadas del continente que posee la peor distribución de ingresos del mundo) y la severa escasez de recursos de la mayor parte de la población.
Es también en ese ámbito territorial donde se registra una multiplicidad de manifestaciones colectivas que condicionan la circulación y contribuyen a agudizar las tensiones: no se trata sólo de acciones orientadas a aportar visibilidad social a reclamos mediante la obstrucción de los flujos del tránsito vehicular (estigmatizadas por cierto discurso mediático). SIn discutir la legitimidad de estas acciones âla que se pone en juego en cada acción, en el marco de la lucha por la apropiación de los espacios simbólicos- encontramos, sin pretensión de exhaustividad, otras manifestaciones colectivas que determinan a diario la complejidad del tránsito céntrico: los actos de partidos y agrupaciones polÃticas de diversa extracción ideológica, los desfiles estudiantiles (tanto las primaverales carrozas como las cenas blancas), eventos publicitarios comerciales de múltiple origen y envergadura (pero de sistemática periodicidad), expresiones de fe (religiosas o paganas, pero con aparente similar fervor), evocaciones varias (multitudinarias o minoritarias, de a caballo o a pie)... Incluso el necesario arreglo y mantenimiento de las calles genera alteraciones a los flujos comunicacionales.
La situación del tránsito peatonal es, por otra parte, más comprometida. La determinación de la circulación por veredas extremadamente angostas -con múltiples obstáculos- que resultan insuficientes, al punto que existen sectores y horarios en los que los transeúntes optan por apropiarse del espacio legalmente reservado para el transporte automotor, actitud que implica una forma de conexión âde comunicación (...), vÃnculos de poder simbólico donde se actualizan las relaciones de fuerza entre los actoresâ. En efecto, al bajar de la vereda a la calle, el peatón se sitúa en una posición de reclamo por el espacio que le otorga la sociedad para trasladarse. La reivindicación que ejerce el peatón en sus acciones pone de manifiesto una organización social del tránsito público que discrimina negativamente la circulación del mismo. La apropiación de las veredas por parte de la actividad comercial y la insuficiente adecuación de la infraestructura urbana a las necesidades de personas con alguna restricción en su movilidad conspiran, entre otros, contra una configuración amigable de la circulación peatonal en el sector más transitado de la ciudad.
En principio, hay otros múltiples factores que condicionan la transitabilidad urbana, pero el desaliento a la utilización de los automotores particulares en el centro, la implementación de un sistema eficiente de transporte público, la ampliación de zonas peatonales, todas tendencias que se observan en muchas ciudades grandes y medianas del mundo, aportarÃan a una disminución de este sutil tipo de violencia que forma parte cotidiana de nuestros dÃas. CabrÃa esperar, en tiempos de discusión sobre el ordenamiento territorial, cambios en el ineficiente sistema de transporte público y la disposición de áreas peatonales, entre otros, una predisposición por parte de todos los actores al razonable diálogo que posibilite la adopción de acciones que tiendan a la disminución del grado de violencia en el tránsito por el espacio público, lo que podrÃa aportar algún beneficio a nuestra calidad de vida.
Diccionario de la Lengua Española, Real Academia Española, 19ª ed., Madrid, Espasa Calpe, 1970.
Bourdieu, P., ¿Qué significa hablar?, Madrid, Ed. Akal, 1985.
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