Juan de la Cancha
Fútbol. Fútbol deporte. Fútbol espectáculo. Fútbol belleza. Fútbol pasión. Fútbol arte y picardÃa. Fútbol alegrÃa. Fútbol. Las frases introducen en el gran debate. Aquel que se anima (en estos tiempos poco) a analizar el más popular de los deportes, en su Ãntima vigencia y su histórica trayectoria como expresión humana. Como alternativa fundamental de una mayorÃa que busca expresarse. Que intenta abordar alegrÃas, a pesar de todo. Si el fútbol (de alguna manera) es búsqueda o expresión de alegrÃa, satisfacción o felicidad, debe ser belleza. La que se manifiesta en la habilidad puesta al servicio del objetivo: el triunfo.
Si el fútbol se entiende asà (o se quiere asÃ), contendrá el arte del âcañoâ, la ârabonaâ, el âtaquitoâ, la âespuelaâ, la âchilenaâ y su imitación, la âmedia chilenaâ, el âpase al vacÃoâ, otras creaciones (entiéndase: âcreacionesâ) y sobre todo ello, la âgambetaâ, suprema manifestación de un deporte que contiene y atrae multitudes.
Gambeta: âmovimiento especial que se hace con las piernas, jugándolas y cruzándolas con aireâ, algunos la definen.
Gambeta: âademán hecho con el cuerpo, hurtándolo y torciéndolo para evitar un golpe o una caÃdaâ, también es una definición (en este caso originada en Argentina).
Gambeta: âdanzaâ. Expresiva sÃntesis para explicar que se trata del arte del fútbol en una sola jugada.
Si la gambeta es danza, es espectáculo, belleza, pasión, arte, picardÃa, y sobre todo alegrÃa. Se convierte asÃ, para el sincero amante de este deporte, en la esencia. En la naturaleza del fútbol, en lo más importante y caracterÃstico de esta expresión popular. En lo que deberÃa ser lo permanente, lo indispensable. La verdad del fútbol.
De pronto, el análisis aborda lo âesencialâ. Recuerda que si la ausencia de lo esencial se manifiesta, el sujeto desaparece, se extingue, se desvirtúa. Pierde su virtud.
De pronto (decÃa) y si se habla del fútbol, debe comprenderse que ha perdido su virtud. La gambeta (en la práctica evidente) se ha extinguido, ha desaparecido, ha sido (supuestamente) reemplazada. Desde el fútbol fÃsico que han impuesto los âtécnicosâ, los âcuerpos técnicosâ (antiguamente, âentrenadoresâ), para luchar contra las inhabilidades, impericias y asegurar el resultadismo, se ha destruido la gambeta. Se ha atacado y estrujado, lo más propio del fútbol. Su belleza, su destreza, su arte.
Solamente mediante esta restricción, este ataque, esta destrucción, este vil atentado, se pudo lograr el fútbol âdistintoâ, âburguésâ, âestrictoâ del pase largo, el toque (âtoqueâ). Un especie televisiva que sus locutores elogian sin aludir o aceptar la Gran Ausencia.
Una especie que enrostra carÃsimos estadios del âotroâ mundo, un fútbol lento, tedioso, con supuestas grandes figuras que, con ganancias siderales, es (también supuestamente) un espectáculo.
Desde el potrero a los monumentales estadios, la gambeta sufrió y desapareció. Sufrió el golpe, la âpresiónâ, el âagarrónâ, el manotazo, el codazo y otras âdestrezasâ que los chicos en las canchitas o los grandes en los verdes campos de juego, utilizan ahora. Desde los âbancosâ necesitados de armas contundentes que tumben al hábil, al âdiestroâ, impusieron sistemas severos para asfixiar al âpÃcaroâ que intente jugar la gambeta.
Asà desaparecieron poco a poco los Maradona, los Moreno, los SÃvori, los Onega, los Ceconte, los Grillo, los Bochini, los Rojas, los Labruna, los Corbata, los Loustau, los Menéndez...
Ni la âlargaâ, ni la âcortaâ; ni la lateralizada, ni la vertical; ni la zurda ni la diestra; las gambetas pudieron salvarse y son ahora extraños los ejemplares de esa gran creación o inspiración, que aparecen (como al descuido) en las grandes canchas. Los Orteguitas son expresión rara de una raza de futbolistas en extinción. Una raza a la que los propios conductores de grandes equipos persiguen y desplazan en el mundo en nombre de un fútbol âmodernoâ que cada vez es menos fútbol, para transformarse en una disciplina atlética (con suerte) o un degenerado tipo de arte marcial.
Sin gambeta, cuya muerte a lo mejor todavÃa no ha sido decretada, pero sigue siendo buscada con criterios que olvidan lo esencial de un deporte, el fútbol también se muere. No sólo cambia. No sólo se transfigura o cambia su aspecto. No sólo se transmuta, se muda o convierte en otra cosa. Muere...lenta...pero inexorablemente...muere.
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