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Federico Fernández

Fútbol, identificación grupal y violencia

Federico Fernández*

      Nos debíamos intentar una mirada en profundidad sobre el fútbol y sus adeptos, una manera de acercarnos al fenómeno del “hincha”, analizado en esta propuesta desde las categorías que ofrecen los medios de comunicación. Pasión, “aguante”, fervor, que también en nuestras páginas refleja Juan de la Cancha.

      Existen al menos dos relatos bien diferenciados, construidos por los medios de comunicación, y que en términos generales se encuentran muy arraigados en los comentarios cotidianos acerca del comportamiento de los hinchas en los estadios de fútbol. Uno de ellos vincula a los hinchas en las tribunas con una imagen romántica de la sociedad, en donde la emoción, la unidad y el sentimiento colectivo, tienen su máxima expresión. El otro describe el comportamiento de los adeptos al fútbol en términos patológicos, es decir, a través de “anomalías” que trasladadas al cuerpo social, son entendidas como enfermedades del animal social. Los adjetivos más comunes para describir tal situación son: inadaptados sociales, delincuentes, enfermos mentales, salvajes, entre otros.
Ambas interpretaciones a pesar de no aparentar puntos en común se basan en una similitud primaria, la idea de que el accionar de los hinchas en las gradas, se encuentra sujeto a los impulsos colectivos de la masa. Desde la perspectiva de los aficionados al fútbol, ambas interpretaciones pueden ser aceptadas como “válidas”, según las circunstancias y el contexto en el que se desarrolla el juego. Así por ejemplo, existen una serie de actos colectivos que pueden ser entendidos como anómalos y/o excesivamente violentos, mientras que otros comportamientos grupales están bien vistos y hasta son considerados esenciales para un espectáculo cargado de emociones y efusivos sentimientos de unidad. Pero ¿En qué se basan los límites que diferencian unas y otras prácticas?
      Una primera distinción nos ayudará a develar al menos parte de la incógnita. La constitución de las hinchadas de fútbol se basa fundamentalmente en un antagonismo bipolar básico, fundado en la pertenencia territorial, cultural, étnica, de clase, religiosa etc. (Bromberger, 1998). Estas oposiciones, al igual que el deporte mismo, se expresan a través de enfrentamientos físicos y simbólicos que apuntan a una constante delimitación entre las partes, afianzando las identificaciones grupales bajo tensiones que se expresa en diferenciaciones esencialmente violentas. Así pues, la exaltación de los simpatizantes del fútbol por su club, tiene como complemento binario una profunda aversión por los equipos e hinchas rivales. De allí que el eje central de las oposiciones entre las hinchadas, se construya siempre ante la existencia de enemigos odiados, de los cuales es necesario diferenciarse en todo momento, incluso afuera del estadio.
      Ahora bien, en el interior de las hinchadas de fútbol -lejos de ser una masa uniforme- es posible distinguir grupos de hinchas organizados a los cuales generalmente se les adjudican los hechos de violencia más brutales ocurridos en las gradas, como así también los furiosos enfrentamientos callejeros con hinchas rivales en las afueras de los estadios. La denominación más común para con estos simpatizantes varía de acuerdo al lugar en donde se han conformado como grupo (barras bravas, hooligans británicos, torcidas organizadas brasileñas, ultras), pero siempre se establece un vinculo inseparable entre estos y determinadas prácticas violentas en el interior de los estadios, como así también afuera de ellos.
      Â¿Cuál es el contexto en el que se fueron desarrollando y tomando fuerza este tipo de organizaciones vinculadas directamente con prácticas violencia? En el caso de nuestro país, ¿bajo qué circunstancias socio-políticas  y  socio-económicas surge el fenómeno de la barra brava?
      Según A. Romero (1984), es posible establecer al menos dos cambios estructurales en el fútbol argentino. El primero de ellos se produce en 1931, con la profesionalización del fútbol. Durante este período, ya se pueden visualizar en forma clara el interés y el vínculo que se construyó entre importantes referentes políticos naciones y dirigentes de clubes, en pos de la resolución de conflictos internos y la creación formal del fútbol como deporte profesional.  
      El otro cambio se produce durante los primeros años de la década del ‘60 ” cuando es sometido a los rigores de una pretendida industrialización (el fútbol-espectáculo) y que no ha derivado más que en hipermercantilización, de la cual es producto la barra brava como una parte más de su esencia”. (Amilcar Romero 1984, Pág. 14-15)
      Sin dudas, la consolidación de grupos de hinchas organizados (barras bravas) en la Argentina, se encuentra directamente relacionada con una nueva concepción de los clubes de fútbol como “instituciones comerciales”, inmerso dentro de un modelo económico de carácter estructural, que fue acompañado y sustentado por toda una estructura política que detentaba el poder. Tal como lo señala Pablo Alabarces (2000) “el origen de las barras bravas está vinculado históricamente al surgimiento de la violencia política en la Argentina, a mediados de la década del ‘60. No en vano, la primera aparición de estos sujetos motivó su comparación, en la prensa, con la guerrilla urbana, y en el mismo movimiento, el reclamo de acciones clandestinas para su eliminación, en una perspectiva similar a la que animó la represión ilegal de la dictadura de 1976-1983. (…) Así, antes que la imitación de los hooligans británicos, las barras prefieren un modelo nativo; se configuran a semejanza de los grupos de tareas paramilitares, fuerzas de acción de tareas ilegítimas mediante la violencia y la coacción, utilizados por dirigentes deportivos y políticos”. (Alabarces, Coelho, Garriga Zucal, Guindi, Lobos, Moreira, Sanguinetti y Szrabsteni, 2000 Pág. 221-222).
      Se observa entonces que, si se analiza el proceso de gestación de las barras organizadas en los clubes de fútbol dentro de contextos sociopolíticos concretos, no sólo en las grandes instituciones de la Capital Federal (River, Boca, Racing, Independiente), sino también en nuestra provincia, es posible reconocer vínculos estrechos entre referentes políticos partidarios, dirigentes de clubes y líderes de barras.
      De este modo, la propuesta es comprender el accionar de los grupos de hinchas organizados, dentro de una trama de relaciones político-partidarias y económicas, cuyo nexo de transacción principal es la venta de servicios de violencia. Esta perspectiva posibilita la desmitificación y oposición para con aquella idea dominante, muy presente en los cometarios deportivos actuales, que caracteriza el accionar de las barras bravas como naturalmente irracional y salvaje. 
      En todo caso cabría preguntarse acerca de los mecanismos y formas de relaciones que posibilitan la existencia de estos grupos. Este último camino, nos introduce en los espacios que se encuentran fuera de los estadios y de las gradas, aquellos que se construyen a través de vínculos asimétricos de poder, por donde transcurren de manera inseparable dirigentes políticos partidarios y barra bravas.

* Lic. en Antropología. Auxiliar docente de Primera, Facultad de Humanidades y Ciencias Sociales, UNJu. Integrante del Proyecto 08/C072 “Fútbol, pasión de multitudes, guerra de símbolos”, financiado por la SECTER, Universidad Nacional de Jujuy.






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