Municipalidad de Jujuy Jujuy en L�nea Diario Jujuy
San Salvador de Jujuy - ARGENTINA /

Hotel Gregorio
Finca La Colorada

Hotel Gregorio

 

 

Ariadna Tabera

Historia de Archivo

Ariadna Tabera

      La riqueza y complejidad del pasado está plasmada en viejos documentos arrumbados en cajas interminables, de salas interminables, de interminables reparticiones estatales, que desconocen su existencia, su importancia. ¿Dónde están esos papeles que nos muestran una parte de nuestro pasado y qué hacemos con ellos? Un archivo es un lugar oscuro y tenebroso y no es casual. En la relación del estado con la guarda y conservación de sus propios papeles se puede ver la relación de los argentinos con el pasado, que siempre vuelve. Los viejos documentos que guardan secretos que se esconden debajo de la alfombra.

      Un archivo es una memoria que espera, que guarda partes del pasado, reciente y no tanto. Queremos empezar a bucear en ese mar de pasado, buscando reflejos de nuestro presente.
      En un archivo -comienza diciendo Juan Pablo Ferreiro, antropólogo e historiador, ex director del Archivo Histórico de la Provincia- se conservan fotos, planos, mapas, diarios, y documentos escritos de variado tipo. En Jujuy, la sección de archivos históricos llega hasta el siglo XIX solamente. Siglo XX, que incluye hasta la década del ’70, entra en la sección expedientes, que está prácticamente inexplorada y es la peor catalogada. En cambio, la sección documentos históricos es la que está mejor organizada, aunque no totalmente catalogada. Lo más reciente se encuentra en el Archivo Administrativo General.
      El documento más viejo que tiene el Archivo Histórico pertenece al siglo XVI, es una hojita –explica-, firmada por Petronila de Castro, madre de Juan Ochoa de Zárate, creo que es parte de una carta dirigida a un comerciante en la que le presenta a su hijo. Lamentablemente el Acta Fundacional de la Ciudad de Jujuy no se encuentra. Y aquí aparece uno de los problemas más importantes que afectan a un archivo. En primer lugar -dice- porque en cualquier archivo se va a encontrar una ínfima parte de la documentación, porque hay una gran mayoría que ya no existe más o está perdida dentro del mismo archivo y porque, además, la documentación que se preserva es un porcentaje ínfimo de la documentación real producida por estado provincial.
En cuanto a la guarda de los documentos, Ferreiro explica que no necesariamente todo lo que estaba en el Administrativo pasa al Histórico ya que hay una ley de expurgo que le permite y le obliga al Administrativo a quemar documentación, bajo determinados criterios cada tanto tiempo.  El problema -indica- es que no hay un criterio formal, sino que depende de criterios personales. No hay una política provincial de archivos, no hay un sistema provincial de archivos unificado. Esto implica que no puede haber un criterio para la selección, conservación o expurgo del material.

SAQUEOS, EXTRAVIOS,
EXODOS Y OTRAS
MALAS PERDIDAS
      A lo largo de los siglos las pérdidas materiales son muchas. El primer extravío que tengo registrado es del siglo XVII, antes de 1610. Estaba a cargo de la Escribanía de Gobierno, Francisco Morillo, vecino fundador de Jujuy, que venía de Salta como la mayoría. El tenía que entregar los papeles del Cabildo a otro escribano, que iba a asumir ese mismo cargo. Sin embargo, no lo hace por que dice que los papeles están desordenados. Otro extravío se menciona en la segunda mitad del siglo XVII. Allí también –continúa- el problema tiene que ver con el ordenamiento de los papeles porque el Cabildo no tenía edificio propio. Incluso, este es uno de los argumentos que se esgrimen para pedir un edificio donde funcione, ya que la anterior ubicación se había desmoronado. 
      Y aquí aparece el problema del Cabildo (ver recuadro), con sus muchas localizaciones (Ferreiro alude a  por lo menos cuatro que pudo comprobar) y las desventuras que producen las cuestiones edilicias. La precariedad de las viviendas de ese momento explica el problema de las sucesivas ubicaciones del Cabildo. Los papeles se guardaban en la Sala Capitular, cuando había, y cuando no había edificio propio, algún vecino les prestaba una habitación. No hay un lugar preciso, detallado en documentos, donde se guardara siempre: podía ser que fuera el mismo escribano el que los mantuviera en su casa. Las conservaciones de custodia y guarda eran muy precarias. En esas condiciones se llega al proceso revolucionario que se abre en 1810, adonde, además,empiezan a haber razones políticas de mucho peso para mover los papeles. Estamos hablando de un solo cuerpo documental, el Archivo Capitular, ya que en esos papeles no sólo estaban las actas del gobierno sino también los títulos de propiedad, los expedientes de juicios, etc.
      Otro evento de pérdida documental grande fueron los éxodos jujeños, entre 1812 y 1817, ya que en por lo menos tres de ellos se movió la documentación. Los papeles se van en 1812 y vuelven entre 1815 y 1816, todo está registrado en documentación del Archivo Histórico. Durante ese tiempo están en Tucumán, en la casa de un vecino. Cuando se la busca, el oficial de justicia de Jujuy se da con que parte fue quemada en el camino y otra parte fue vendida, al ser sustraída de la casa donde estaba por un inquilino, para ser utilizada como papel de envolver . Lo que se rescata es devuelto a Jujuy y a partir de eso se hace el índice de 1834. A la vez, la documentación que queda de ese índice es una ínfima parte, lo que confirma que el daño hecho por los saqueos es muy grande. Aún así, para la parte colonial, la documentación del Archivo Histórico de Jujuy y la del de Tribunales es mucho más rica que la de los archivos de Salta, Tucumán y Santiago del Estero, que han sido mucho más saqueados.
      Otros episodios de pérdidas se conocen en forma oral, a través de los empleados más viejos de los archivos y de algunos investigadores, que conocen la historia de diversos saqueadores, la mayoría ya muertos. Se sabe que parte del Archivo Histórico de Jujuy se estaba vendiendo en Salta por un descendiente de un saqueador hace unos años atrás. Y hay más. Cuenta que mientras dirigió el Archivo Histórico hubo un caso, de unhombre que buscaba información de su padre, que había sido gastronómico en la década del ’40 o ’50, pleno gobierno peronista, para poder cobrar algo que se le adeudaba. A raíz de esta búsqueda, que coincidió con un pedido de Casa de Gobierno de la información que hubiere en el Archivo sobre Evita, y a pesar de que  teóricamente toda esa información tendría que estar allí, no estaba. Lo mismo ocurría con ese periodo de tiempo en el Archivo Administrativo y en el de Tribunales. Y por un empleado viejo del archivo me entero de que esa documentación había sido quemada. Tengo entendido, aunque no me consta, que algo similar pasa con la época del proceso. A la vez, trabajos historiográficos sobre la época peronista sólo está el de Adriana Kindgard, y sobre la época del proceso no hay nada.

LA MANO DE
RICARDO ROJAS
      En cuanto al destino de ese Archivo Capitular, Ferreiro relata Para el Centenario el gobierno de la provincia le encarga a Ricardo Rojas, escritor importantísimo en ese momento, que haga una compilación y publicación de edición de los materiales del Archivo Capitular. Se trata de una tendencia del momento, ya que en distintas provincias se producen compilaciones de este tipo. Rojas se lleva la documentación y se la queda durante varios años, por lo que el gobierno de la provincia debió hacer varios reclamos, incluso una maniobra judicial en la que intervino la policía. Allí restituye por lo menos la mayor parte, en dos grandes paquetes, separando los asuntos de Gobierno y de Judiciales. Los papeles de Judiciales van al archivo creado, a principios del siglo XX, en Tribunales y lo demás, a lo que después sería el Archivo Histórico. Es decir, Rojas separó físicamente el archivo capitular en dos secciones. Con mucho método y recursos, y con mucha suerte, es posible reconstruir algún porcentaje de la documentación. Yo trabajé en dos casos en los que pude reconstituir dos expedientes, cuyos fragmentos estaban repartidos en los dos archivos. La prueba de la existencia de un cuerpo común está dada no sólo por el registro documental de la intervención de Rojas en el material (no respecto a la división de los documentos, pero sí sobre tareas administrativas que llevara a cabo), sino porque también en el índice de 1834 aparecen diversos documentos -que se encuentran separados en los dos archivos- en el cuerpo común. A lo que se suma la transmisión oral de los archiveros sobre lo que había sucedido.

EL ESTADO Y
SUS PAPELES
      Respecto al descuido del estado con sus propia documentación, Ferreiro piensa que previo al interés o desinterés, está el desconocimiento. Hoy el Estado Provincial no sabe, no tiene registrado, cuántas instituciones del estado provincial tienen archivo propio. En un relevamiento, no exhaustivo, que se realizó hace unos años, se encontró que había por lo menos 18 repositorios distintos, sólo en la ciudad de San Salvador de Jujuy. A eso hay que sumar los archivos de las delegaciones del estado provincial en las distintas localidades, los de los municipios, por ejemplo los de Palma Sola y Valle Grande, que sólo los mismos empleados de las reparticiones conocen. Además, hay otros tipos de archivos, por ejemplo el eclesiástico, que hay varios. Uno de los más grandes es el de la Catedral, también hay en la Prelatura de Humahuaca, y en Yavi, posiblemente. Están los archivos de las reparticiones nacionales, etc.
Menciona la existencia de archivos que no se conocen como el del Convento San Francisco, los de los juzgados de Minas, la Secretaría de Minas, la dirección de Inmuebles, Vialidad de la Provincia, todas tienen archivos, que están descentralizados. Se supone, por ley, -explica- que toda la información producida por el estado provincial debe ser remitida al Archivo Administrativo General y después de 30 años al Archivo Histórico. El requisito para esto es que se implemente la ley y que la existencia de los archivos sea conocida. Y esto no suele ocurrir.

LOS MITOS
NACIONALES
      A partir de todo esto aparece la cuestión ineludible de por qué pasa esto con los archivos, cómo se puede interpretar la ignorancia y el abandono. Tiene que ver con cómo la sociedad nacional, en general, ve a su pasado y, en particular, la sociedad local. En buena parte de la historiografía argentina, y esto pasa particularmente en Jujuy, se ha reemplazado la historia por el mito, y exitosamente. De todo se hace un mito (ver recuadro). Si nos limitamos a hacer historia de acuerdo a la bibliografía no es posible que hagamos otra cosa que mitografía. En Jujuy, por ejemplo, salvo muy pocas excepciones, los historiadores locales no han trabajado sobre documentación de archivo sino sobre bibliografía. Es el caso de Paleari, de Infante, de Chicarelli. La documentación de archivo quedó en manos de muy poca gente. El más importante fue Monseñor Vergara. Es cierto que hubo investigadores contemporáneos que trabajaron los archivos, pero no tuvieron la influencia en la historiografía local que tuvieron los demás.
      Y agrega la forma en que se prefirió hacer historia en general fue ésta, aunque por supuesto que hay excepciones sobre todo en los últimos años. Hay una carta de Mitre a Sarmiento sobre cómo están escribiendo la historia y en la que Mitre le dice, con todas las letras, que cuando la historia no sea proclive a lo que se quiere mostrar, al modelo de país que se busca, hay que escribirla de nuevo. Y es exactamente lo que se hizo.
      En lo que sucede hoy se puede ver la influencia de la relación de la sociedad con su propia. Es mucho más digerible –no menos trabajo, sino incluso más complejo- armar un mito que lidiar con la documentación concreta que devuelve una imagen de lo que ocurrió. Hay muchos hechos que se produjeron acá y que nos se esclarecieron.Por ejemplo, el asesinato a Stauder, que algún día espero que Fidalgo lo publique. Casos en los que el ocultamiento se realiza desde el gobierno y a partir de lo cual desaparece toda documentación. Hay otro caso, desconocido casi, de un enfrentamiento en la década del ’20 entre los dos regimientos que había en la ciudad y las tumbas de los muertos están en el cementerio El Salvador, con lozas todas iguales, sin inscripción, sin noticias escritas sobre esto. Esto me llega a través de un viejo tumbero.  Es decir, cuando los registros escritos, la documentación,  no convienen a una determinada versión de la historia, se arma un mito. Y esto fue lo que hizo permanentemente el modelo conservador de la Generación del ’80 . Al proyecto de país que propone este modelo le sirve un mito fundacional y no la historia, porque ese proyecto necesita de un ciudadano, cuyo requisito básico es la homogeneización total, la igualdad ante la ley bien entrecomillas y subrayado con violeta. O sea la igualación de toda diferencia y para eso lo que hay que hacer es negar la historia, porque con la historia lo que se ve son todas las diferencias. Este proyecto elimina eso. Y no es casual que el tipo que arma la Liga Jujeña de Fútbol sea José de la Iglesia. Aunque parezca una cuestión tonta no lo es. José de la Iglesia es un personaje central de la ideología y de la Iglesia jujeña de principios de siglo XX. Vicario foráneo de Ocloyas. Funda la liga con clubes cuyos nombres eran “Aurora Argentina”, “Artes y Oficios”, “Bandera de la Patria”, “Argentinos del Norte”, es decir, todos nombres que tenían que ver con esta ideología que no precisa historia, porque no se construye en base a los desarrollos locales de una comunidad, sino en base a las necesidades impuestas por una minoría que ni siquiera es local, la minoría agroexportadora, con la cual están ligadas los Plinio Zabala, los Benjamín Villafañe, los José de la Iglesia, etc. Si no cortás con la historia no podés justificar por qué se empieza a perseguir a los indios ocloyas porque no bajaban a la mita de plaza (lo que figura en las Actas Capitulares del Archivo de Jujuy), cómo hacés para que los descendientes de esos indios, que eran perseguidos porque no querían venir a ser esclavizados en Jujuy, canten “Aurora”, se pongan la escarapela y se sientan ciudadanos argentinos de pleno derecho. Es lo mismo que pasa en la Patagonia. Cómo les explicás la campaña al desierto a los chicos, sólo a través del mito, porque si aplicás la historia el discurso se hace pedazos.
      De los muchos ejemplos de cómo los registros escritos de la historia se borraron para escribir otras historias e ignorar muchas, dice Acá hay periodos de la historia que no existen, no tienen registro. Hubo migraciones muy importantes, demográficamente hablando, a fines de 1936, desde Bolivia y Paraguay: soldados bolivianos desertores o escapados de campos de concentración paraguayos  y todos los grupos indígenas que fueron expulsados por la Guerra del Chaco vinieron a parar al Ramal. Hay barrios enteros hoy en San Pedro y Libertador guaraní parlantes, que vienen de esa época. Y de eso no hay registro. Otro ejemplo, en Maimará durante muchos años hubo una concentración insólita de veteranos de la Guerra del Chaco. La nieta de una de ellos comentaba que una vez al año se ponían el uniforme y se juntaban; ella los había visto. Cosas como éstas necesariamente modifican la perspectiva de la realidad.
En cuanto al papel que cumple ese mito, fundacional, que se erige previa negación de la historia, indica En Salta el mito de Güemes permite disolver diferencias y cuestiones, a costa de negarle su propia historicidad a este personaje: no importa cómo vivió ni cómo murió sino lo que se cuenta de eso. Este es un país que tiene un problema grave con historia, porque todos nuestros traumas son históricos. Nuestros nacimientos como país y sociedad son problemas históricos que nunca se resolvieron, simplemente el tiempo pasó. Unitarios y Federales no se resolvió jamás. Acá no hubo un ganador en la guerra civil: unos ganaron militarmente y los otros políticamente. El país pasó a ser federal, legalmente unitario y formalmente federal: nada. Durante muchos años se intentó hacer lo mismo con la década del ’70. De hecho en Tucumán, hoy, encontrás que el intento de que ese mito exista es mucho más fuerte que en otros lados. Es un intento, porque una parte de la sociedad tucumana quiere seguir acordándose de su historia y otra que pelea por el mito.
      El lugar que ocupa en toda esta historia un archivo, con su carga de pasado ignorado o suprimido, es el de un espacio muy complejo: es un espacio en que hay información que no debería haber sobrevivido, pero que debe sobrevivir de todas maneras porque la base del mito también está ahí adentro. Es un lugar ambiguo, de doble filo, y por eso se lo arrumba, se lo pone debajo de la alfombra, donde sólo algunos saben que está. Por eso se le da escasa o nula importancia. Todos los archivos que conozco son lugares tenebrosos, ambiguos. Son lugares ominosos y no me parece casualidad. Son lugares donde se oculta algo, información, del pasado, que siempre vuelve.
      Cuando además es el mismo sistema el que detenta el poder de eliminar esa información, de manipularla, un archivo se convierte en otra cosa. Durante un expurgo del Archivo Administrativo, me llegan al Histórico los listados del material a eliminar. Yo no sabía qué se producía en ese archivo y tenía ver qué se podía guardar, tenía la sensación de ser el responsable para posteridad de lo que se iba acordar o no la sociedad jujeña. El listado contenía una enorme variedad de expedientes y me llamó la atención un tipo de expedientes, que eran pedidos de identidad (de 200 expedientes, había unos 50 de esta clase). Eran breves, de gente que solicitaba que se los reconociera como fulano de tal, que pedían que se busquen testigos, aportaban testigos, o pedían que se les pregunte a los testigos. Para mí eran muy importantes, eran pedidos de identidad y sin embargo, para los demás que estaban allí conmigo, no. Ahí se ve el sistema funcionando: se quema el expediente y desapareció esa persona, desapareció el problema, todo. El criterio es el sentido común, o sea es un criterio ideológico, que además funciona solo. La relación de una sociedad con su memoria documental, histórica, es necesaria y definitivamente política e ideológica. Y en este caso mucho más que en cualquier otro.

 

Ver “Archivos perdidos” en El Ojo de la Tormenta, La Revista. Año 1, Nº6, Jujuy.

El Archivo Histórico conserva exámenes con palotes de algunas de las escuelas creadas en 1878, en Valle Grande.

 






espacio del lector
Nombre/seudónimo*
Edad * años
E-mail *
Comentario *
 
IMPORTANTE: Está terminantemente prohibido incluir agravios, calumnias, insultos, ataques a terceros, lenguaje inapropiado o cualquier comentario discriminatorio. Recordamos que no se publicarán comentarios que no respeten las reglas.


·
·
·

Copyright © 2008 El Ojo de la Tormenta - Reservados todos los derechos.

Lavalle 261, Oficina 5—Bº Centro - San Salvador de Jujuy (4600) - Jujuy - Argentina.
Teléfono: 0388-4235343 / Fax: 0388-4235343 - Correo: info@elojojujuy.com.ar

.   .