Ariadna Tabera
No es novedad que en el paÃs del pastiche nuestra vida gire en torno a las más disparatadas y dispares temáticas, pensadas y lanzadas desde los medios de comunicación, con auge breve y estruendoso; ritmo al que estamos tan acostumbrados que no nos sorprende en lo más mÃnimo. Es más, las acompañamos con las infaltables y encarnizadas discusiones del caso, en los ámbitos que recorremos todos los dÃas. Y lo peor es que ese auge breve pero intenso viene acompañado de la consabida amnesia respecto a los anteriores temas en boga. Es una especie de moda noticiosa la que nos acosa, somos incapaces de relacionar lo que se sucede dÃa a dÃa, metidos como estamos en el batifondo de estas campañitas publicitarias que se montan. Y asà perdemos perspectiva porque pareciera que verdaderamente, objetivamente, la cumbia villera es un notición, la madre de todos los pecados argentinos, la causa de todas nuestras miserias. Sobre todo, si un tipo como Grondona le dedica todo un domingo de análisis sesudo, profundo, en nombre de la moral y las buenas costumbres. Claro, después, tuvo que venir la Tota Santillán a poner los puntos sobre las Ães, en esa notita de Página 12; sacó chapa de bailantero y pudo explicar lo que sucede con la música como fenómeno social de masas y las posibilidades de expresión que tiene para el hombre, cualquiera sea su estrato social. Les tapó la boca a todos y punto. No hizo falta un sociólogo entendido para explicar lo que pasaba, porque parece que el sentido común se fugó mucho antes que los cerebros de Argentina.
Tiempos, equipos, dopping y problemas personales de los atletas nos ocuparon unos dÃas, nos permitieron âhuirâ de los secuestros con variada tipologÃa, incluso aquellos casos que suman horror sobre horror, en que se privó de la libertad a un niño (y se lo tuvo dentro de una bolsa de arpillera), con fines âlaboralesâ y a una anciana, que la encontraron desnutrida y maltratada con los mismos fines; los disparates de los gobernantes y los piqueteros, los âdurosâ tan mediáticos como los âblandosâ, cuyo lÃder diputado ya no anda âa pataâ.
No podemos llegar al fondo de nuestros verdaderos debates, a las causas, a esas posibles formas de explicación de lo que nos pasa porque nos quedamos en la superficie, en las explosiones mediáticas a las que hay que rendir tributo todos los dÃas y que nos impiden ver el bosque. Escarbamos apenas en cada cosa, tapamos y seguimos, efemérides infaltables. A ver ahora, a qué actriz se le quiebra la uña del meñique, mientras se siguen muriendo de hambre y de frÃo niños, adultos y ancianos en Argentina y otros vemos todo en flashes por TV.
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