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Laura Barberis

Por fin el Cupo, pero no cabe

      En el Día Internacional de la No Violencia contra la Mujer, por esa extraña malicia que suelen tener los dioses, cerró en Jujuy una etapa más de la absurda coreografía que durante dos décadas hicieron distintas camadas de legisladores, funcionarios y dirigentes justicialistas con la complicidad de muchos homólogos radicales, evitando sancionar la Ley de Cupo.
      Los primeros años la propuesta de las diversas organizaciones feministas, con Salma Haidar y, posteriormente, la ya desparecida Pety Eisenberg a la cabeza, era toda una novedad y hubo mucho debate en los medios. Con el tiempo se fue estableciendo una especie de sordera social frente al tema pero ellas persistieron a lo largo de los años presentando proyectos, maniobrando en las internas del PJ y esquivando en lo posible -con una lealtad partidaria que la mayoría ni percibió- las trabas que les oponían permanentemente. Por supuesto que se fueron sumando mujeres, y algunos hombres, de distintos partidos, de fundaciones, independientes, de las universidades, etc. hasta conformar una movida con un discurso interesante y bastante homogéneo.
      A lo largo de dos décadas hubo episodios dignos de profundo análisis -digo, sicoanálisis- como por ejemplo, cuando Eduardo “Cacho” Alderete asumió la gobernación en la primera, enorme, crisis institucional de la provincia en esta democracia, y su primer acto como jefe de estado, en el transcurso del primer reportaje televisivo, todavía con la banda puesta, anunció la disolución de la Secretaría de la Mujer que había instituido el renunciante gobernador De Aparici. Episodios como el anterior, furcios públicos, traspiés inefables en la oratoria legislativa, hubo por docenas.
      Los tipos del poder tienen en Jujuy, evidentemente, más problemas con la mujer o las mujeres que en otras partes del país. Digo esto, porque sucesivos gobiernos y sus legisladores nacionales, del ‘83 para acá, han retrocedido y se han comido sapos del tamaño de cocodrilos subordinándose al poder central en coparticipación federal, instancias previsionales, transferencias absurdas y arbitrarias y tantos otros temas. Ojo, es muy difícil en un país como el nuestro gobernar una provincia como la nuestra; no es fácil tener principios ni mucho menos sostener criterios propios, porque las sucesivas generaciones hubieran comido piedras.  Pero, en este tema del Cupo, ni siquiera con la directiva puntual, insoslayable, contundente de la presidenta de la Nación, pudieron sobreponerse a algo que, al parecer, los supera y los corroe desde lo más denso de sus propios inconcientes. Con el agravante, una vergüenza, después de haber sido la  primera en la propuesta, ser la última en contar con la norma, pero que sea tramposa.
      A mí, la verdad, la ley nunca me movilizó, no me importaba, no me parecía, pero con el correr de los años me empezó a llamar cada vez más la atención la férrea negativa a su sanción. Finalmente se convirtió en un misterio temible. Sería fácil para mí -y para cualquiera- hacer una serie de humoradas interpretativas: sexuales, relación con las madres, inseguridad, variedad de formas de impotencia, etc., pero no me da ganas, estoy tan sorprendida por la cosa en sí misma que creo que, más allá del Cupo, tendríamos que tener otro nivel de alarma respecto de lo que pasa en Jujuy, que, la verdad, da pavura.






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