En estos tiempos es tan poco lo que uno puede esperar, y aspirar, de quiénes serán los candidatos que la oferta polÃtica para octubre nos va a ofrecer. Y no es tanto por los candidatos que abrigo esta escéptica sensación, en realidad es una creencia. Es más que nada lo que resulta de tanta promesa y consideración observadas durante todas las campañas de esta democracia y el posterior devenir de aquellas. Cuesta que la sociedad argentina madure, evidentemente el proceso es lentÃsimo.
¿Les vamos a volver a creer? Seguramente sÃ, no sé por qué, pero siempre lo hacemos de una manera u otra:
-Están los que creen a pié juntillas las promesas del partido de sus amores, sean estos (los amores) nuevos o viejos, aunque siempre se declaren de la primera hora.
-Están los más numerosos que no tienen más remedio que creer o reventar, propiamente; son los hijos del sistema de hambre electoral.
-Están los que eternamente creen en los que nunca ganan, capaz que éstos sean los que más cómodos se sienten, y los más libres de culpas, por lo que muchas veces creen tener el derecho a tirar la primera piedra.
-Además, los que creen en los malos porque es el negocio que les conviene.
-Y los que creen en la continuidad en los cargos como única alternativa frente al desastre (ignorando la alternancia como principio básico de la democracia).
-También están los convencidos ¡tan convencidos! que por señalar las cosas buenas de un sector, pongamos el gobierno, se emperran en que lo demás no existe: ni el autoritarismo, ni el asistencialismo y el hambre como estrategia electoral, ni la continuidad de un sistema económico notoriamente balanceado hacia el exterior del paÃs.
-Por fin, estamos los que descreemos de todo y por eso mismo también creemos que cada sector tiene algún aspecto en el cual creer, salvo el de los criminales disfrazados de polÃticos. Este último grupo (quiero decir el de los escépticos crédulos, no el de los criminales), creo que afortunadamente se está haciendo cada vez más numeroso (quizá también por causas de mayor alcance, como el crecimiento de la incertidumbre referida a la vida en el planeta), lo que habla de alguna manera de una cierta madurez, alcanzada a las patadas, pero madurez al fin. Porque convengamos que no es lo mismo apoyar un proyecto desde la contradicción, desde el convencimiento de que todo, todo, encierra pros y contras, que hacerlo ciegamente negándose a uno mismo la posibilidad de contar con la mayor cantidad de factores posibles.
Algunos con más pros o contras que otros, los candidatos en algún modo quedan hoy humanizados como consecuencia de este pensamiento. Es como si de golpe el tipo es sencillamente eso: un tipo, y no esa especie de próceres vivos que fueron los polÃticos de otros tiempos ¿o será que de veras aquellos eran próceres y estos no?.
Eso sÃ, esta vez ¡por favor! no me digan que van a sancionar una ley de coparticipación o que van a hacer la reforma del estado o que tienen la fórmula para crear trabajo genuino. Propónganme sólo algunas cositas, algunas cositas que sepan que pueden y van a hacer.
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