Con los ojos, los libros se devoran;
su materia esencial, el argumento
o la acabada forma donde moran
valores que es dan su fundamento.
La sustancia nutricia asà elaboran
que del cerebro es cálido sustento;
la facultad de razonar mejoran,
labran el campo de los sentimientos.
Pero hay quien come libros con los dientes,
el amasijo odiado triturando
como la hiena. Y en un verdadero
fuego, al intestino cae directamente
esa pasta indigesta, que aun humeando,
expelerá entre aullidos, del trasero.
Francisco Maceiras y Andrés Fidalgo, Escritos casi póstumos de dos autores vinculados con la literatura en Jujuy.
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