Oigo la lluvia,
bajo la luz de los focos mojada por la lluvia.
Las chapas suenan parejamente
a la tierra y el aire.
Soy dichoso oyendo la lluvia (egoÃsta dichoso);
porque en el instante feliz de la lluvia en este lugar del mundo
me pregunto por la infelicidad de otros,
donde en los charcos de lluvia atiende una florerÃa triste.
Amo el cielo de los poetas. Amo su simplicidad,
sus ardorosas vidas.
La lluvia me los recuerda a todos,
los hace brotar en los campos abiertos del cielo
en que se está meciendo el árbol añoso del silencio.
Oigo llover por el cielo de los poetas.
Los recuerdo; vienen a mà con sus versos
ágiles o enmohecidos. Unos con sus vidas anteriores a la mÃa.
Los estrecho en la vaga luz de mi poema, los acomodo
en mi tiempo y pienso junto a ellos el verso que nunca
escribieron
ni escribiré; el que todo poeta sabe más allá de sus posibles.
Néstor Groppa, Libro de Ondas (2000).
|