La entrevista con Pujía fue la primera, más íntima, empujada por el apuro y el trabajo que lo esperaban en el taller. Una entrevista dentro de la entrevista con todos los otros artistas.

      Los movimientos, la belleza y la delicadeza de la danza desde el principio de su actividad maravillaron a Pujía. “Esta afición empezó en los primeros años que estuve en el Colón -comenzó diciendo el escultor- haciendo escultura escenográfica. Y el taller donde se producía esto estaba muy cerca de la sala de ensayos y clases de los bailarines, llamada “La Rotonda”, y era paso obligado del cuerpo de baile. Además tenían un par de descansos y algunos venían a vernos trabajar, a tomar café, otros eran aficionados al dibujo y compartían un tiempo con nosotros. Pronto hicimos amistad con mucha gente del cuerpo de baile de esa época, que todavía hoy sigo frecuentando. Y si no tenía una tarea urgente que cumplir con el teatro, dibujaba mientras descansaban o me iba a las clases de danzas. Allí con mi carpeta produje muchas ideas que después llevé a la escultura. De vez en cuando esta vertiente aparece de nuevo, brota sola”.  
Acerca de su trabajo, impactante y delicado, que rebalsa dedicación, plagado de pequeñísimos detalles, dijo "Utilizo materiales clásicos, como el bronce y la plata, que son fundibles. Y tengo tallas en mármol de carrara, que es lo que más me gusta; también en madera y en otros materiales. En esta última etapa, en 2008, hice una muestra retrospectiva en homenaje a la Mujer (Museo Sívori), hice combinaciones de estas dos técnicas, que son opuestas. De manera que fue un desafío formal disfrutarla, alternarlas o integrarlas. Estuve tres años trabajando exclusivamente en este tema de la “mujer cariátide” por su condición de sostén de la vida, la creadora en la especie humana, se entiende que con el estímulo del hombre. Gran parte de esa producción la alterné con una selección del año ’51, una colección de 62 piezas, que son las que expuse en el Sívori. Para mí fue saldar una deuda pendiente de admiración, de gratitud, de amor. El homenaje nace con mi abuela materna, mi madre, mi mujer hasta llegar a mi nieta. Y en el medio de todo esto está el homenaje omnipresente a mi primera maestra, la que tuve al llegar a la Argentina, que se llamaba Teresa, también a mi maestra de dibujo. Tenemos una predisposición al olvido de los grandes valores, es notable”.
Y ahí nomás profundizó, “Esta muestra tuvo una respuesta inusitada, para mí e inclusive para el Museo Sívori, fue la muestra más concurrida, de mi carrera y del museo. Y me permitió además, continuar con otros trabajos, porque en la muestra quise significarla a mi nieta como la prolongación de la vida futura, como mujer de mi entorno. Y a partir de ahí surgió la posibilidad de trabajar “en vivo” en el Museo, sesiones de escultura con público. Me conmovió muchísimo, además ir descubriendo a este ser de diez años, tan bello, tan llena de vida y de futuro. Estoy trabajando en esta línea”.
En cuanto al mentado equilibrio entre la vida personal y la artística, destacó “Es difícil para el artista combinar el trabajo con la vida personal. Lo digo en chiste, pero es en serio, cumplo con mis orígenes proletarios, trabajo los sábados. Y me gusta trabajar de día, porque adoro la luz. Desde muy chico, por razones económicas, surgió de mí salir a buscar trabajo para no ser una carga para mis padres, porque éramos cuatro hermanos. De ahí asumí el arte como un trabajo, no como un pasatiempo. Fui ayudante de los maestros en la escuela. Fui aprendiendo que el arte debería ser un trabajo y, por otro lado, también ví cómo se integraba en la sociedad a través de muestras o de encargos, que están mal manejados por lo que no participo de ellos.”
Y finalizó hablando de la situación de los artistas en el país. “En Argentina necesitamos la Ley del Artista, porque aquí estamos al margen de la ley: no tenemos un gremio como trabajadores, ni podemos jubilarnos como artistas, sino únicamente como profesores, lo que dificulta muchísimo que el artista pueda tomar conciencia y pueda unir trabajo y vida personal. Con esta ley llegamos en dos oportunidades al Congreso, pero sin resultado porque no se continuó trabajando. Se necesita un gremio, pero las instituciones de arte están muy pobres y es una pena. Es una realidad dolorosa, lo más importante del arte es que se haga como se pueda, pero que se haga. No hace falta que los artistas nos pongamos de acuerdo. Cada uno recibe en algún momento de su vida, casi milagrosamente, un mandato por el hacer. Estamos empujados por una fuerza misteriosa. Y siempre pienso, por ejemplo, en el Renacimiento donde estaban las corporaciones de artistas, y tanto la Iglesia como las grandes empresas, como los Médici, fomentaban el arte, de tal manera que uno se pregunta si Miguel Angel, con su milagroso genio insuperable, ¿hubiera podido hacer la Capilla Sixtina si no se la encargaba alguien? Eso es lo que nos pasa a nosotros, hay carencia de fuentes de trabajo. Y además, nosotros no hacemos nada por promover sindicatos”.