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Silvia Forcinito

¿La vida ofrecerá los mismos facilismos?

(Educación secundaria)

      Varios años atrás, asombrada, impresionada y preocupada por la reiteración de los mal denominados “Plan Piloto” para las escuelas de nivel medio, presenté una nota manifestando mis apreciaciones sobre el tema a la Rectora del colegio donde desempeñaba mi cargo docente, para que la elevara a las autoridades educativas.
      Para quienes no lo recuerdan, con estos planes, implementados después de iniciadas las clases, se brindó a los alumnos de las escuelas secundarias (o equivalentes en el marco de  la Ley Federal de Educación) que hubieran repetido el curso y que tuvieran hasta tres materias previas otra instancia de examen con el propósito de que pudieran gozar de una oportunidad, además de todas las anteriores establecidas en el calendario escolar, para promover al curso siguiente.
      Por supuesto que mis apreciaciones estaban muy alejadas del más mínimo acuerdo  con estas disposiciones. Y, como Jujuy es pequeño y las paredes hablan, no tardó en llegar hasta mis oídos la repercusión que tuvo dicha nota en el ámbito de las autoridades educativas.  Totalmente incomprendida fui tildada de dura, tradicionalista, extremadamente exigente e incapaz de tener un atisbo de comprensión de las dramáticas dificultades que tenían que atravesar los alumnos para poder aprobar sus materias en los exámenes de marzo.
      A pesar de la incomprensión, ante posteriores hechos  que escondían el mismo espíritu “antieducativo”, tuve la oportunidad de escribir mis ideas en esta revista. Pero parece que todo es cíclico y hoy la historia se repite: escéptica ante tanta discusión de sordos, vi pasar -en amplia semejanza a lo ocurrido en esos tiempos- una nota múltiple dirigida a los directores de escuelas, en la que  se transcriben 4 artículos de la Resolución N° 4321-E-09 y  que  primero  dispone la conformación de mesas de exámenes extraordinarios en las escuelas de gestión estatal desde el 22 al 27 de abril de 2009, para que todos los estudiantes de nivel de educación secundaria o niveles  o años equivalentes, que adeuden tres materias/asignaturas y/o espacio curricular, puedan  promocionar al año de estudio inmediato superior. Los artículos siguientes se refieren a fechas de inscripción, alcance (los alumnos debían optar rendir sólo una de las tres)  y control por el Cuerpo de Supervisores.
      En este contexto, hace unos pocos días llegó a mis manos el último libro de Marcos Aguinis: “Pobre patria mía” publicado recientemente y, al leer las primeras páginas, encontré reflexiones de aquellos espíritus convencidos de estar en este mundo o haber pasado por él para expresar sus ideas (lo digo en plural  porque el que escribe no lo hace solo, lo hace con los que antes leyó o escuchó y con los que lo rodean). Así renació en mí el deseo de no bajar los brazos y seguir debatiendo acerca de lo que en verdad nos conduzca a una educación de mejor calidad.
      Con esta intención transcribo a continuación aquella nota que elevé años atrás a mis autoridades educativas y luego me limitaré a transcribir también las palabras de Marcos Aguinis que me reimpulsaron a no callar.

      He aquí la nota escrita varios años atrás, pero vigente:
      â€œEn una época los alumnos debieron soportar las más duras exigencias por parte de sus educadores, la disciplina era extremadamente rígida y estricta.  El adulto, ante la duda, prefería equivocarse por exceso de rigor que por defecto. Su supuesto estaba referido a que poniendo a los niños y jóvenes ante la mayor exigencia se lograrían individuos derechos y fuertes. Pero, todos sabemos que esto permitió que se cometieran severas injusticias y abusos de autoridad.
      Hoy, queriendo subsanar los errores de un pasado injusto y autoritario, nos hemos ido al otro extremo aumentando cada vez más las facilidades. Con el propósito de proteger a los más débiles les allanamos tanto el camino que nuestros niños y jóvenes corren el peligro de crecer creyendo que la vida les ofrecerá los mismos facilismos.
      Por otro lado, es una falta de ética modificar las reglas de juego después que el juego se ha iniciado, sin embargo los adultos de hoy, quizás inconscientemente, se las estamos cambiando. Durante al año escolar 2003 los alumnos de los niveles medio, EGB 3 y Polimodal se han movido con un régimen establecido de evaluaciones y calificaciones. Ellos conocían las reglas. Sin embargo, a fines del mes de diciembre de este mismo año, se comunicó que los alumnos tendrían una semana en febrero,  antes de los exámenes correspondientes,  para consultas y apoyo. Una buena decisión para todos aquellos que prepararon sus exámenes pero que hubieran quedado con algunas dudas; peligroso para otros, que pudieran creer que el profesor los prepararía, en las pocas horas  de esa semana, en la materia tratada en todo el año. Esto sucedió en un año mucho más productivo y con mayor número de clases que en los anteriores. Pero, aquí no quedó la cosa, iniciadas las clases  del ciclo lectivo 2004, con las inscripciones de los alumnos realizadas y los cupos cubiertos apareció en las escuelas medias, de EGB 3 y Polimodal la Resolución 953-G con fecha 15 de marzo de 2004 en la que se otorgaba excepcionalmente una nueva mesa a los alumnos que hubieran quedado, después de los exámenes de febrero-marzo, con hasta tres espacios curriculares (materias) pendientes. Cabe destacar que esto de excepcional no es válido  ya que se vino realizando desde años anteriores.
      El mal denominado “Plan Piloto” y muchas otras prerrogativas que se están otorgando al estudiantado  requieren un debate social. ¿La vida,  dará a nuestros jóvenes este tipo de facilidades? ¿No estaremos causando problemas posteriores o generando una sociedad en la que no se considere el esfuerzo y  la tenacidad para lograr los éxitos?
      Sí no se teme a estos interrogantes y se supone que esto favorecerá la evolución y el mejoramiento de nuestra sociedad entonces habrá que tomar la decisión de implementarlo en forma definitiva. Y, si es así,  es necesario organizarlo para el ciclo lectivo siguiente de modo que tanto alumnos como docentes comiencen el año escolar conociendo las reglas del juego y, por otro lado, estas mesas de exámenes deberán realizarse después del turno febrero-marzo pero antes de que comiencen las clases, a fin de que los alumnos que se acojan a esta nueva instancia, no asistan las dos primeras semanas a un curso y que, después de rendir, en caso de aprobar, ingresen al curso siguiente con el inconveniente de encontrarse atrasados con todos los contenidos curriculares que se hayan desarrollado, en todas las materias, en ese medio mes transcurrido”.
      Me sigue sorprendiendo y asustando tanta similitud, sin embargo hay cierta diferencia, esta vez no fue inmediatamente después de dos semanas de clases, estamos hablando del 22 al 27 de abril, con más de un mes de iniciadas las clases, con algunos casos en los que los docentes ya habían tomado sus primeras evaluaciones.
      Sin dejar de considerar el mérito de aquellos alumnos que aprobaron en la nueva instancia de examen y que lograron pasar de curso, me pregunto: ¿cómo van a recuperar, con las dos previas a cuestas que les quedaron pendientes, todo lo que se trabajó, en todas las materias, desde el inicio de clases? ¿Es recarga para los docentes en tiempo extra no rentado o es un docente descuartizado trabajando a un ritmo con un numeroso curso mientras hace un tremendo esfuerzo intentando recuperar, con otro ritmo, a los que ingresaron atrasados? ¿O acaso significa repetición de las clases dadas y atraso en el desarrollo curricular, con el consiguiente perjuicio para los alumnos que estudiaron y aprobaron sus materias en el debido momento? ¿Cuál es la respuesta? ¿Existe una respuesta justa?
      Finalmente, recurriendo a “la falacia que apela a la autoridad” y con el alivio y la satisfacción de responder, en cierta medida, a quienes se escandalizaron años atrás con la nota anterior, de tanta vigencia actual, acudo a las palabras escritas por Marcos Aguinis. Este escritor se introduce en el tema de la educación sosteniendo que la riqueza de los países no consiste  en la acumulación de oro ni se debe al cúmulo de riquezas naturales (al respecto cita a Nigeria y el Congo, que desbordan en recursos naturales pero que se encuentran en la peor miseria), sino que  considera que proviene de una obsesiva apuesta a la educación y la investigación, y de promover la ciencia y la tecnología. Sobre este supuesto,  expresa la preocupación que le produce que en nuestro país no se pongan  en marcha procesos que garanticen un crecimiento de la excelencia educativa y clama diciendo:
      â€œÂ¡Si ni siquiera se habla de excelencia, si no de paso, para agregarle un brillito a la frase! Nunca se la trata con sinceridad, porque en el fondo se la considera una palabra políticamente incorrecta. La excelencia está prohibida. Sí, prohibida. Porque exige esfuerzo, competencia y premia el mérito, tres ítems que hemos aprendido a detestar. La excelencia es políticamente incorrecta porque quiere uniformar para arriba, no para abajo. Y subir exige esfuerzo, rigor, metodología. Ya olvidamos que el esfuerzo, el rigor y la metodología son virtudes que no disgustan. No calzan en un país que se la pasa eligiendo dirigentes que prometen regalos, derechos sin obligaciones y facilismo de todo.
      Al corrupto facilismo educativo no sólo adhieran muchos estudiantes (perdonables por su inmadurez), sino padres y docentes. ¡Los acuso de ser malos padres y malos docentes! Malditos sean. Por su culpa los buenos alumnos tienen bloqueada la excelencia y nuestra patria está condenada al atraso. Por su culpa sufrimos la irrefutable caída cuyos frutos amargos son la pobreza y la anomia.”
      Sus palabras son fuertes, duras pero tenemos el deber de escucharlas y de reflexionar sobre ellas. No nos dejemos atrapar por discursos que nos  conducen a  dar también muestras de inmadurez y asumamos nuestro rol adulto. No es excusa que los alumnos fracasaran en los exámenes de febrero marzo por los paros docentes, muy por el contrario, no perjudica la postergación de una examen sino que da más tiempo para su preparación. No seamos sus cómplices, enseñémosle el camino que les va a permitir conseguir el éxito y no les hagamos creer que es mejor recibir dádivas inmerecidas. Es más fácil consentir que exigir pero ¿qué les da mejores herramientas para conquistar la vida, el consentimiento indebido e irreflexivo o la exigencia justa? Estamos moralmente obligados a reconocer nuestros errores y egoísmos para entender que la vida vale más por lo que leguemos que por lo que acumulemos por un simple y banal beneficio propio. Toda sociedad que pretende prosperar apuesta a una educación de alta calidad y esto no se logra cuando lo único que se busca es que los alumnos pasen de curso y obtengan títulos vacíos, vacíos de conocimientos, vacíos de valores.  Dejemos de engañarnos y demos a nuestros estudiantes excelencia educativa con la exigencia necesaria para lograrla verdaderamente.






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