Ala de rosa y alba de cereza,
a la vera del alma, amanecida.
Tan pequeña ya te alzas en mi vida
como un ciprés profundo en su simpleza.
Voy a tu lado hundido en la certeza
de que Dios ha dejado una medida
entre la sed y el agua apetecida,
entre la rama tierna y la corteza.
Vas a mi lado y hay en tu mirada
tanta quietud de siglos resumida
que yo no sé si muero en la alborada
o si tú naces de mi propia herida.
¡Cómo me enseñas a mirar la vida,
rosa de abril apenas levantada!
De Ala de rosa y alba de cereza, Domingo Zerpa.
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