Tras soluciones para el conflicto
Enrique Fernández Longo
Ningún conflicto complejo se puede resolver con
estabilidad en el escalón en el que está planteado
Nuestra manera de procesar los conflictos complejos es hacerlo a través de luchadores, no de negociadores, le damos una amplia exposición pública, en lugar de hacerlo con cierta privacidad, creyendo firmemente que vamos a derrotar al otro, en un juego pobre en el cual lo que gana uno lo pierde el otro. Nuestro paradigma es el de la lucha por el territorio.
No tenemos en cuenta que la parte derrotada quedará resentida con el deseo de venganza y que la âvictoriaâ satisface temporariamente nuestro ego, ocultándonos el miedo y la desconfianza de lo que puede ocurrir en el futuro.
Tampoco evaluamos los costos polÃticos, económicos, emocionales y psicológicos, de esta forma de procesar el conflicto. Las culpas que descargamos sobre los otros, encubren mal nuestra incompetencia e impericia. Y lo que menos tomamos en cuenta es el daño educativo que produce este tipo de lÃderes públicos, utilizando este modelo de negociación primitivo y de muy pobres y precarios resultados. No nos engañemos, el final siempre es negociado aunque no lo parezca, aún en el caso de âuna rendición incondicionalâ, porque requiere la aceptación del otro. Ese otro que tarde o temprano pasará la factura de su derrota anterior. El otro aspecto que no vemos con claridad es que una sociedad es un sistema interdependiente que constituye una unidad de alta complejidad, en permanente movimiento, en un entrecruzamiento de emociones cambiantes, de humores inestables y de prestigios y poderes muy lábiles de corto alcance.
Por otra parte, creemos que el poder es una cosa que se tiene o no se tiene, cuando en realidad es una creencia colectiva que lo asigna, lo sostiene y lo quita con una enorme facilidad. Pensemos en todos los gobiernos que creyeron que con ellos se fundaba la historia y el rápido olvido de su existencia. También creemos que el poder es el poder de amenazar, de imponer, de castigar y que esa potestad la tiene el gobierno de turno. Basta mirar lo que está pasando para ver que esta creencia es una falacia, que en realidad el poder está atomizado y que la capacidad de su uso verdadero está muy condicionada por la opinión pública, por la prensa internacional y por la confianza o desconfianza que genera, quien lo utilice y la forma en que lo haga.
Dejemos de lado estas creencias históricas que nos producen tanto daño y veamos otra posibilidad que parece paradójica: es más fácil solucionar las situaciones complejas en forma productiva y duradera, cuando las partes se asocian temporariamente en la construcción del mejor proyecto factible, para ellas mismas y para el conjunto de la sociedad.
Estos proyectos son muy ambiciosos, muy creativos y desde el comienzo requieren el máximo de cooperación de los negociadores para plasmarlos. Tienen que poner lo mejor de sà mismos, lo más generoso y lo más valeroso, tienen que domesticar el miedo de hacer algo muy diferente a la creencia imperante. Es lo que han hecho las personas que admiramos cuando escribieron un nuevo capÃtulo de nuestra evolución.
Hay numerosos ejemplos en la historia de la humanidad, en nuestra época el más categórico es la creación de la Comunidad Europea, cuando paÃses trenzados en luchas interminables, pudieron verse como un mercado común que generara una mejor plataforma de negociación con las dos grandes potencias de ese momento, la Unión Soviética y los Estados Unidos. Desde ese momento al actual han pasado muy pocos años en términos históricos y han logrado un desarrollo sostenido y estable, que hubiese parecido un milagro, una total utopÃa cuando alguien planteó por primera vez la idea.
¿Por qué un proyecto de máxima ayuda eficazmente a lograr acuerdos más potentes que los existentes? Porque los existentes al ser en general mediocres y mezquinos las partes intentan sacar el máximo provecho de la escasez disponible jugando el juego de suma cero: lo que gana uno lo pierde el otro.
En estas situaciones limitadas nadie quiere ceder el territorio que disputan porque lo ven determinado y finito, lo ven como recursos escasos y no como recursos insuficientemente aprovechados, convirtiendo la situación en una lucha, a veces en una guerra, la más dañina y aborrecible de las luchas, con la ilusión de ganarle al otro, de derrotarlo âdefinitivamenteâ. Por cortos perÃodos parece que negocian pero en realidad luchan y cuando llegan a un acuerdo después de un enorme desgaste, es frágil, es precario, de corto alcance y de bajo vuelo, especialmente cuando el resultado es muy desparejo porque promueve el deseo de revancha, de pasar la factura de la claudicación anterior.
La alternativa es pedir ayuda de manera reservada para construir un proyecto de máxima, que genere otro tipo de juego en el que puedan lograr beneficios que satisfagan y superen los del planteo actual, beneficios que los sorprenda positivamente y los vuelva más generosos y más ecuánimes. Esta iniciativa requiere de la creación de un grupo de verdaderos negociadores (no de luchadores, por favor), que trabajen con entusiasmo y creatividad.
Las propuestas que haga este grupo Ãntimo y pequeño deben ser borradores que vayan proponiendo soluciones más integrales. No deben comprometer a ninguna de las partes, para que se animen a ser creativos, arriesgar propuestas y generar un sistema de logros crecientes, que pueda llegar a convertirse en algo muy valioso para todos.
El perfil para integrar un grupo de estas caracterÃsticas es que las personas sean respetadas por ambas partes, que sean flexibles y que se sientan co-responsables del resultado que van obteniendo para presentarlo a sus mandantes como un borrador avanzado y consensuado.
Es muy importante que los que participan en este intento tengan una gran discreción para no dejarse tentar por el protagonismo público. Las soluciones a situaciones complejas requieren privacidad, paciencia, persistencia y mucha, muchÃsima creatividad. Y especialmente personas optimistas centradas en la abundancia.
El ideal es que el acuerdo final cuando se logre, sea presentado por los protagonistas públicos, que son quienes necesitan sostener sus respectivos liderazgos. Los otros, los de la intimidad, los que arriman los borradores, no son lÃderes, son personas reflexivas que logran ver el escenario completo y trabajar para la unidad, para la totalidad. Suelen sentirse bien, simplemente con la satisfacción más Ãntima de haber ayudado.
Conviene que los facilitadores de estas conversaciones si los hay, no sean integrantes de ninguna de las dos partes, que tengan experiencia y creatividad para ir proponiendo ideas y recorridos al servicio de una dinámica positiva en las conversaciones sosteniendo firmemente la idea de que tienen que estar a favor de todos los participantes. Ellos son los que ayudan a generar conversaciones productivas y a evitar las espirales de defensa -ataque y potencian los mejores aspectos de los que sostienen el diálogo. Este proyecto se puede llevar adelante sin facilitadores, pero las posibilidades de éxito pleno mejoran considerablemente si ellos prestan su asistencia.
efernandezlongo@fibertel.com.ar
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