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Entrevista a Federico Leguizamón

Escritura y redención

Ariadna Tabera

      El primer lugar apuntado para esta entrevista con el escritor jujeño fue el Parque San Martín, para estar lejos de las miradas, “porque soy muy tímido”. La lluvia nos llevó a un café, y lo que queda de aquella conversación, que empezó y terminó muchas veces (muy influida por el ruido ambiente) es esto; por momentos casi una interpelación.

-¿Qué pasa con tu timidez?
-En un comienzo sí soy tímido, si hay una reunión muy grande no hablo. Si hay dos personas es distinto.

-¿Cómo hacés con tu programa de radio?
-Es como estar solo porque hablo con el operador, que tampoco sé si me escucha. Hago -pensaba- como si estuviera en mi pieza: pongo música. Como si me trasladara de mi pieza al estudio. Es un programa de entrevistas, sólo somos dos: estos últimos programas invito a Pablo Espinoza, un escritor y lo acribillo a preguntas, busco una radiografía. No sé si tendré oyentes. Tengo oyentes hipotéticos; me los imagino.

-¿Y cómo es tu oyente hipotético/imaginario? ¿Qué hace mientras escucha tu programa y qué no hace?
-Espero que maneje un auto, pongo música para estar siempre en movimiento. Mi idea es que todos puedan escuchar. Cualquier persona: una abuela, un chico que diga ‘esa banda me gustó’, no necesito que haya alguien particular. Es para todos; para todo público.

-Hace unos 5 años leí un par de libros de poemas tuyos que circulaban por la Librería Horizonte, y viendo tus colaboraciones en La Revista se me hace difícil conciliar aquel estilo con éste, con una impronta muy universitaria, con influencia del lenguaje de la crítica.
-Creo que debe ser por las lecturas. Los comentarios son como los hijitos mal nacidos de los escritores. Me gustan mucho Barthes y Octavio Paz, escritores que también son ensayistas. Los admiro mucho y trato de imitarlos.

-¿Qué escribís? Aparte de Nada, hay otros textos publicados?
-Quería escribir un libro por año, como Zappa o Miles Davis. Pero en tercer año, se me pararon los pelos. Hay poemas largos, como los de Nada; Suma, Domingos, obritas de teatro; poemarios como Habitación 12, Cuatro coyas que bailan con la reina: todos intentos de poesía, porque las cosas categóricas son molestas. Yo les pregunto siempre esto a los escritores y me doy cuenta de que es molesto. Está la intención de ser, como dicen. También una nouvelle, 19-23. Los poemas del Gallo (hace unos 5 años). China, una novela de 400 páginas.

-¿Y ahora?
-Ahora terminé uno que se llama Agua, son tecnocoplas. Es un acercamiento a Dios. Esa simpleza, esa abstracción que algunos pueden dibujar. Es producto de lo que escuché y leí. Después de haber leído poemas de Romina Freschi, “París padeció un colapso”, y de otros poetas de la década del ’90 de Argentina, como Ernesto Aguirre, que dice “el pájaro es pájaro sólo si se atreve a cruzar el sueño de una mariposa negra”; los haiku experimentales de Cecilia Pavón “no soy dark/soy intensa/mi habitación está desordenada/ pero no soy dark”. Son versos muy cortos, cuatro es lo ideal.

-Tecnocopla cruza dos mundos diferentes.
-Sí, siempre quiero hacer esa interrelación con muchos lenguajes.

-¿Qué temáticas te interesan? Locales, regionales, universales…
-Lo local está en lo universal, pero me gusta la mezcla. Siempre lo que escribo es un homenaje a la literatura jujeña, siempre tengo citas a Valeria Nasr, Patricia Calvillo, Alabí. Me gusta leer textos que mezclen también temas. Me acuerdo de una profesora que nos hacía leer novela policial y un día en medio de la clase se dio cuenta de que en El jardín de los senderos que se bifurcan había un párrafo que era igual al de un diálogo de una novela de D. Hammett. Pero nadie la daba bola. A mí me gusta descubrir el intertexto, también en la música como en el disco Artaud de Spinetta o la música clásica en otros géneros. Me interesa “el bello horror de Benjamin”, la contradicción, el choque, como base de la escritura. Aquí entra también el suicidio, brillar por la ausencia, como un cuadro de Pollock o en letras como Canción para la salida de Radiohead. La tristeza ligada a las redenciones. En la poesía está todo: la niñez, la vejez, la risa, la no risa. Capaz que después sea un viejo choto y nadie me lea.

-Escribís con seudónimo, conocemos a Marta de la Killcana, ¿tenés otros?
-Sí, porque no me gusta esa pedantería de los escritores, del “yo”; nunca me gustó. Por eso prefiero evitar mi nombre. Para esta entrevista pensaba que se la podías hacer a un nombre nuevo que no fuera el mío. Otros son: Nélida Anún, Ricardo Hunter, como Rick Hunter el de Robotech.

-¿Marta mata policías desde hace mucho?
-Tiene 55 años, es una mujer grande y puede decir lo que quiere. No necesita que le den trabajo, no necesita ser empleada de la provincia; no necesita de ese monstruo, como algunos escritores. En realidad siempre escribo sobre la falta de plata.

-¿Son todos más viejos que vos?
-No, son tan boludos como yo. No son importantes, ni interesantes, ninguno, ni yo. No quería tener mi nombre ni siquiera en el primer librito y puse la inicial para que nadie supiera si era Fabiana o Federico. Nunca me interesó la idea del autor. Pero es inevitable, siempre alguien pregunta o te conoce. Tal vez un poco nihilista.

-¿En ese desdoblamiento, quien escribe tiene otra mirada, otras características diferentes?
-Creo que hay una unidad inevitable. Es una cuestión de práctica, no practiqué tanto. De todas formas, es bien distinto al que anda por las calles. A veces, más que otras.

-¿Seguís haciendo performances? Recuerdo una en la calle Pueyrredón, durante el gobierno de De la Rúa.
-No, ya no. En algún lado escuché que llega un momento en que hay que enjuagarse las cremas en un momento determinado. Y ya a los 30 no voy a estar revolcándome con un traje por un taller mecánico, como hacía hace cuatro o cinco años. Hice unas lecturas hace tiempo, incluso en Purmamarca. Pero ahora, cada vez más, prefiero leer en mi casa.

-¿Cómo circulan tus textos?
-Mal. Nadie los lee, creo. Muy poca gente no más de 10 lectores debo tener. Es más, son unos tres amigos.

-¿Hay un intercambio con ellos?
-A veces. A veces lo que escribo tiene un objetivo determinado. Tengo muy claro cuando escribo lo que escribo. Los consejos siempre son buenos, y a largo plazo los tengo en cuenta.

-¿Qué pasa en la universidad, en carreras como Comunicación o Letras, con la escritura, la poesía, la creatividad?
-Para mí fue un descubrimiento muy grande, porque yo no sabía nada más allá de lo que pasaba en televisión. Y ahí leí a autores como Russell o Benjamin, que cuando salía de clase eran un espectro de algo que yo no traía. Después, los cánones que se manejan siempre van más atrasados a lo que son las lecturas de las personas. De acá a diez años, los que son ahora alumnos van a leer autores actuales, que ellos admiran. No es categórico, porque seguramente hay profesores que propongan a Fabián Casas o a Cucurto para los trabajos. También puede ser que sean los mismos alumnos, por miedo, los que no se animen a experimentar otros textos que no sean los de la cátedra. No es lo mismo lo que lee un viejo que lo que lee un chico que puede apreciar lenguajes contemporáneos a él y con los que se siente identificado. Por ejemplo, el Turco Alabí, que es uno de los escritores más grandes de Jujuy, tiene un cuento que se llama El humo azul en el rambler, yo no sé qué es rambler, pero sí sé qué es el hip-hop, el trash y las canciones pasadas de moda de las que habla Fabián Casas. Entre estas dos puntas se puede armar un buen panorama de la literatura de Jujuy. Además, el que tiene interés, aunque estudie Arquitectura, va a escribir, a leer; a tener curiosidad en textos viejos y nuevos. Las herramientas que te puede dar la universidad –que seguramente son muy buenas- no son suficientes; no te podés quedar con eso, porque sería muy limitado, incluso mediocre. Tenés la obligación de buscar. Uno hace lo que quiere a partir de esas herramientas; mejor si las tenés, si no cuesta más. Pero si tenés la necesidad de escribir igual lo vas a hacer, aunque no tengas ningún tipo de educación formal. Si no podés comprarte un libro vas a una biblioteca; de alguna manera buscás la forma de alimentar tu espíritu y eso pasarlo al papel.

-¿Qué pensás de Jujuy respecto a la literatura: hay apertura, posibilidad de llegar a otras personas  o siempre los círculos son cerrados?
-Ni siquiera sé si hay un círculo. No me junto con la gente que lee, que escribe, o con los que chupan en bares snob, como si eso fuera cultura.                   

-Me pregunto si aquellos que leen pueden saber que hay otros nombres, otra gente que escribe, cómo llegar a ellos; incluso para vos, poder llegar a otros lectores. ¿Tenés alguna página colgada en Internet?
-Todo está limitado en Jujuy, porque para un jujeño no hay nada peor que otro jujeño. Seguramente es más fácil que alguien se acerque a un libro de algún autor de cualquier capital cultural que a Groppa. Ser escritor jujeño es ser triplemente marginal; ahora con Internet por ahí es un poco diferente pero los que te leen son cinco colgados; leer en la computadora no es lo mismo; no hay formas de difusión que funcionen de manera coherente. De todas maneras, tengo un blog (killcana.blogspot) pero no es literatura. Escribo lo que se me ocurre en el ciber, con la mirada del que tengo al lado. No es algo íntimo. Tal vez algún día, cuando tenga Internet en mi casa pueda escribir en mi intimidad. Para la mayoría, la literatura no es importante; ni difundirla; tienen otros intereses, otras prioridades. La posibilidad que te da el arte, como alternativa de salida es infinita.

-¿Alguna vez algún organismo de la provincia se interesó en tus textos?
-No, y de todas maneras, no me interesa ningún tipo de institución política, no me siento identificado. Fellner es muy lindo, atractivo pero es una marioneta política y los otros son empresarios, metidos por sus intereses. No creo que ninguno tenga un libro en su mesa de luz. Y los que se supone que son más progresistas, son funcionales a un intendente que tiene la bandera argentina de Dios, Patria y Hogar detrás de su nombre. Adhiero más a la micropolítica de Foucault o Castoriadis, que estos tipos deberían leer. No me parece. Por ahí algún día alguien me quiera publicar.

-Pero si te quieren publicar y vos no querés…
-También, pero depende de a quién le interese. Si me publican quiero que vaya un poema de Cummings -sí o sí- que habla de los mierdas políticos que ganan plata para hacerles piletas a sus esposas. Para mí Estás muerto es un gran poema del músico Ricki Espinoza, de Flema: Para mí están muertos, vos, tu mujer y tu sello; se ve que no quisieron editarle un disco. Siempre en mis libros mato políticos y policías… Si les interesa, está bien.

 

.-Cuando uno es el entrevistado, rara vez escucha preguntas que le gustaría contestar, y se encuentra inventando algunas respuestas. Hay algo que te gustaría que te preguntara.
-No, me quedé pensando en esos escritores que en las entrevistas son tan elocuentes y coherentes, en los grandes, como Carlos Fuentes, Octavio Paz o cantantes como Devendra Banhart o Flemming Ditch, con su síntesis; por ahí sea producto de su cultura; yo soy bastante incoherente. Lo incoherente viene porque soy un producto raro, una mixtura entre la televisión, MTV, los dibujos GI JOE funcionales, sumado a mis lecturas, a lo que ves en la calle, la mezcla de la cumbia y el folclore. También busco mi propia coherencia. Soy una parte de John Irving, con Aguirre, con dos gotas de Loquero y un poco de Chabela Vargas. Quizás no tenga coherencia y sea mejor.

-¿En vos pesa más la música?
-No. La música es muy importante, trato de emularla, de transformarla en texto. Me gusta mucho el punk, Atahualpa, Caetano: folclore de guitarra y voz, La música es, guau… tal vez si hubiera tenido cualidades… La escritura es una forma de defensa.

-¿Qué leías cuando eras chico?
-Empecé a leer tarde, a los 16. Miraba mucha televisión, hasta que vi un video de los Doors y me compré una biografía de Morrison. Y como él leía a Burroughs, a Kerouac, El almuerzo desnudo fue mi Biblia. A Andrés Gide llegué por Bukowski. Después la Divina Comedia. Qué más quiero. Leer hasta no leer, como dice Groppa.

-¿Te dejás seducir por best sellers?
-Todavía no, porque hace poco que leo. Y quiero ir ordenado, con los escritores que se recomiendan entre ellos.

-¿Qué hay en tu mesa de luz?
-El paraíso de Lezama Lima, Onetti, Barthes; Cucurto, Leonor Silvestri, Aguirre, Calvetti, Foucault. Revistas.

-¿La escritura en vos, sirve para mostrar, para ocultar?
-Las dos cosas. La escritura se muestra, de frente, vuelve a crear, se muestra y se esconde. Lo mismo pasa con los sentidos en cada verso; por ahí, sirven para abrir galaxias. Es un juego; eso intento. Es un ir y venir, acelerar y frenar, chocar. Salir, como resucitar. Después de la mierda, la resurrección; después del error, la redención. Escribir como forma redentora, para redimir mis culpas de mala persona.

RECUADRO
TECNOCOPLA



10 camellos de la puna
llegan a san salvador
edificios y cumbias
todos se ríen
se queman las zapatillas en los cables de moreno

blanco, paredes blancas
           ventanas grandes
           se abren
           brillan como un tren
          y las luces de sus dientes
10 camellos llegan de la puna

 

***



mira a dios en el aire
mira a dios en el mar
...
cuando dios se ríe de mi alma
cuando dios calienta el agua

de devendra banhart

flores al cielo
colores a los ojos
en la calma
y en el baile
       suave
       a dios






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