Enrique Arnau
El programa del voluntariado universitario que hoy presentamos tiene un
lema que es muy importante para los que trabajamos en las universidad pública y gratuita. Ese lema dice: "Para que el conocimiento nos sirva a todos". Decir que trabajamos "para que el conocimiento nos sirva a todos" significa expresar que la educación actual sirve a nuestros vecinos, que sirve para el desarrollo de nuestro paÃs. Cuando decimos que el conocimiento nos sirve a todos estamos, de alguna manera, respondiendo una pregunta fundamental: ¿para qué queremos educar? Y también otra no menos importante: ¿cuál es el paÃs que queremos?
Queremos una educación solidaria y no egoÃsta; queremos construir un gran
paÃs, o mejor dicho: queremos reconstruirlo. Esta reconstrucción es más que necesaria porque nuestra universidad tuvo momentos de gloria, momentos donde las tareas de extensión eran una obligación militante para todos.
Hace algunos años, los estudiantes sabÃamos que tenÃamos que cumplir con
nuestra responsabilidad social de devolver al paÃs lo que habÃamos recibido de él. Era un compromiso explÃcito o implÃcito de realizar una tarea fundamental para terminar con la pobreza, con el sufrimiento, con las desigualdades y con los abusos. Esos momentos con alta carga de
responsabilidad social coincidieron con los mejores momentos de nuestro paÃs.
Pero también tuvimos otros momentos. En la década del noventa vimos como
el paÃs se convirtió en "un sálvese quien pueda". Salvo honrosas excepciones, la universidad, nuestra universidad, también fue cómplice de ese momento; entre esas excepciones tengo que nombrar a los saberes universitarios sobre el tema de los Derechos Humanos en la década del
setenta y al Grupo Fénix de la UBA que, con legitimidad intelectual, propuso alternativas al discurso neoliberal. No obstante los casos señalados, en los noventa, la única lógica que prevaleció fue la del mercado y la competencia.
El Estado se achicó y su lugar fue ocupado por una visión con anteojeras. En aquella década, prevaleció el sujeto individual en su lucha por posicionarse mejor y quedaron relegados los objetivos sociales. En consecuencia, después de la última dictadura, los noventa fueron los peores años que tuvimos que soportar los argentinos.
Entre el "no te metás", que impusieron a sangre y fuego los dictadores, y
el libre mercado de la década anterior existÃa una conexión directa que desvalorizaba a toda cultura que significara pensar en el otro, preocuparse por la comunidad y elaborar propuestas solidarias.
Ahora, con este programa y los once proyectos que ya empiezan a ejecutarse
-y otras medidas que vamos a impulsar-, educamos de manera concreta para que coincidan los propósitos individuales de nuestros universitarios y los propósitos sociales. AsÃ, nuestros voluntarios realizarán una experiencia de aprendizaje para encarar, con sus saberes profesionales, problemáticas sociales complejas que van desde acciones en Punta Diamante a tareas en
Huacalera, pasando por numerosas prácticas solidarias en toda nuestra región.
Con este voluntariado universitario valorizamos el saber de nuestros
investigadores, guiamos a nuestros estudiantes hacia un hacer que tiene que ver con un mundo solidario y devolvemos a nuestra sociedad lo mucho que recibimos de ella. Es decir, tenemos el compromiso explÃcito de enfrentar a la pobreza, luchar contra el sufrimiento y terminar con las
desigualdades y sus abusos.
Con este tipo de acciones, todos los voluntarios y los que modestamente ayudamos desde la gestión, colaboramos para reconstruir un paÃs con una visión amplia, generosa y pluralista.
|