Pedro Lipcovich
Imaginemos un mundo donde el acceso a drogas hoy prohibidas sea libre y amplÃsimo. Imaginemos también que en ese mundo, de consumos socialmente aceptados y regulados, no existe el tabaco. Hay, sÃ, una oficina donde las sustancias psicoactivas que el ingenio humano va inventando se presentan para que el Aprobador las apruebe:
âBuenos dÃas. Vengo a registrar una droga nueva.
âBienvenido âcontesta el Aprobadorâ. Es nuestra misión social incorporar sustancias que enriquezcan la experiencia humana. Contame cómo es tu invento.
âEs un producto que se fuma...
âBuenÃsimo. Como la marihuana y el opio. Enseguida te firmo la aprobación, pero primero decime si tiene algún efecto tóxico, asà podemos instruir a la población para su uso responsable.
âY, sÃ, tiene.
â¿A ver?
âBueno, produce distintos tipos de cáncer, y también ataques al corazón, al cerebro...
âMirá, no te voy a mentir: mi producto va a matar al 50 por ciento de los que lo usen.
âPero... eso va a sobrecargar nuestros sistemas de salud... nos van a quedar menos recursos para otras enfermedades.
âY, sÃ.
â¿Cuál es la dosis máxima no tóxica?
âNo hay dosis que no sea tóxica.
âNo sabÃa que pudiera existir algo asÃ. Bueno, por lo menos no será muy adictivo.
âAdictivo es, no te voy a mentir. Requiere un promedio de 20 dosis diarias y, además, van a participar en su producción grandes capitalistas que le agregarán otras sustancias y harán campañas publicitarias para que la gente se haga más adicta todavÃa.
âMe imagino que, si trae todos esos problemas, en compensación debe ofrecer una experiencia incomparable. Porque el peyote, por ejemplo...
âNo, no: tiene nomás algunos efectos sedantes y estimulantes. Además, para que después no digas que no te conté, el humo de mi producto también va a enfermar a los que, sin consumirlo, estén en el mismo recinto que los consumidores.
âBueno, ya te conté todo. Ahora aprobámelo. Dale. Si ustedes aprueban todo.
âSÃ, pero... Mirá, vamos a hacer una cosa âreflexiona el Aprobadorâ: postergo por un dÃa la decisión. Esta noche lo pienso, me fumo un porro, tal vez se me ocurra algo más... Volvé mañana.
Al dÃa siguiente, vuelve el visitante:
â¿Y? ¿Me lo vas a aprobar de una vez? ¿Te fumaste el porro?
âSÃ, pero me pegó muy mal. Me vinieron imágenes de lo más siniestras... Si un producto como el que inventaste ya existiera, no lo Ãbamos a prohibir; solamente tratarÃamos de que la gente no lo usara... Pero, aprobar una cosa asÃ...
â¿¡Cómo que no me lo aprobás!? ¿¡Cómo me hacés esto!? ¿¡Vos sabés la plata que yo podrÃa ganar!?
âEh, pará, no te pongas asÃ... Calmate: aquà tengo un vinito muy bueno: te tomás un vasito, después podés escuchar un poco de música...
Pero el visitante se va con un portazo.
âQué tipo raro. Nunca conocà a nadie asÃâ, se queda pensando el Aprobador.
Pedro Lipcovich, periodista de Página 12, brincó una charla en las V Jornadas de Periodismo y Comunicación Social organizadas por la UNJu en el pasado mes de octubre. El texto que aquà transcribimos fue comentado al comienzo de su disertación
|