Mario Pizarro
El pasado 6 de setiembre se conmemoró un nuevo aniversario del acontecimiento que marcó la tónica de la segunda mitad del siglo XX en la República Argentina: el primer golpe de Estado, que derrocó el gobierno constitucional del presidente Hipólito Yrigoyen.
Yrigoyen habÃa asumido por segunda vez el gobierno de la Nación con una mayorÃa abrumadora: obtuvo el doble de votos que sus adversarios. Luego de la presidencia de Marcelo T.de Alvear, el anciano caudillo radical llegaba convencido que debÃa dar forma definitiva a la Reparación Nacional que se habÃa insinuado de 1916 a 1922. Pero desde el dÃa siguiente al inicio de su segundo mandato comenzó a tejerse una sorda conspiración que involucraba a los sectores del privilegio económico nacional e internacional, la prensa y sectores militares más reaccionarios.
La nota caracterÃstica de la segunda presidencia yrigoyenista fue la lucha por la nacionalización del petróleo y la acción de YPF, bajo la dirección del general Enrique Mosconi.
En agosto de 1929 YPF toma el mercado petrolero interno y define el precio de suministro en detrimento de las grandes compañÃas a la vez que celebra un contrato con la empresa Iuyamtorg Corp., dedicada a realizar el intercambio comercial entre la Unión Soviética y América del Sur. El contenido de dicho contrato consistÃa en que la Argentina comprara a la Iuyamtorg nafta y la empresa se comprometÃa a invertir lo percibido en productos argentinos derivados de la ganaderÃa, la agricultura y la industria nacional, lo cual no producirÃa la fuga de oro del paÃs. La nafta soviética vendrÃa a suplantar la importada sin molestar la producción de YPF y además el Estado argentino se reservaba la facultad de reducir la cantidad de nafta a importar si la producción de YPF aumentase y hasta la opción de rescindir el contrato si asà le conviniera. Las ventajas eran más que evidentes, el contrato con Iuyamtorg significarÃa un desalojo total de las compañÃas extranjeras, principalmente la norteamericana Standard Oil.
Pero para evitar el avance y penetración de la Standard Oil, se necesitaba la ley de nacionalización del petróleo, y de esta manera se aseguraba el paÃs la propiedad de su riqueza, el monopolio de su explotación, transporte y comercialización.
La ley de nacionalización del petróleo -como otras iniciativas progresistas de Yrigoyen- habÃa sido aprobada en Diputados pero sufrió la obstrucción de los conservadores en el Senado. Algún testigo calificado cuenta que allá por el año 1928, antes de las elecciones le preguntaron a don Hipólito porqué querÃa ser nuevamente presidente, a lo que éste habrÃa respondido: "Vuelvo por mi ley de petróleo". Tamaña importancia le asignaba el viejo lÃder a la magnÃfica fuente de energÃa y riqueza que actualmente los argentinos dilapidamos en manos extranjeras sin control alguno.
La campaña de desestabilización y desprestigio de Yrigoyen y su administración hizo uso abusivo de la absoluta libertad de expresión y de prensa imperantes y adjudicó al presidente radical debilidad y falta de actividad. Sin embargo, en el bienio1928/1930 el BoletÃn Oficial acusa la producción de 2918 actos -decretos-del Poder Ejecutivo y 8529 resoluciones ministeriales, sobre diversos temas de administración.
Los Decretos presidenciales se subdividen según el área de gobierno en: Interior 316; Relaciones Exteriores y Culto28, Hacienda 504, Obras Públicas 380, Agricultura 80, Justicia e Instrucción Pública 882 Guerra 550 y Marina 176. Es difÃcil creer que un presidente que en dos años produce casi tres mil decretos se encuentre en un estado de letargo o alelamiento.
Entre las medidas de gobierno más importantes se destacan la creación de más de seiscientas escuelas, la ley de creación del Banco Agrario, la ley de arrendamientos agrÃcolas, el decreto del Ferrocarril a Huaytiquina, el nuevo impulso a la Reforma Universitaria, haber sentado las bases de la Marina Mercante Nacional y la creación de los institutos de la nutrición, del petróleo y del cáncer. En el plano de las relaciones internacionales ejerció la defensa de nuestra dignidad nacional por el valor soberano que emana de la autodeterminación de los pueblos y fomentó la confraternidad americana y mundial.
En septiembre de 1930 el producto bruto de nuestro paÃs era el 50 por ciento del de toda América latina. El domingo 7 de setiembre debÃan realizarse elecciones en Mendoza y San Juan para normalizar las situación de ambas provincias que estaban bajo la intervención federal, de las cuales surgirÃan gobernadores radicales y cuatro senadores que colocarÃan a la UCR yrigoyenista a sólo 1 voto de obtener mayorÃa en la cámara alta.
Pero un sonido metálico y siluetas marciales asomaron en Buenos Aires en la madrugada del sábado 6, sonido que puso fin a una época y cambió para siempre la historia argentina. Pero para peor.
SIGLO XX CAMBALACHE
La década del treinta ha pasado a la verdadera historia de los argentinos con la denominación de "década infame", calificación proveniente de un libro asà titulado cuyo autor fue un periodista y luchador nacionalista llamado José Luis Torres.
Vanamente, en los últimos años, algunos ensayistas conservadores han pretendido reivindicar ese perÃodo. AsÃ, Azaretto y Aguinaba en "Ni década ni infame", Rosendo Fraga en las biografÃas del General Justo y del Dr. Julio A. Roca (hijo) y el mismo Azaretto en una biografÃa sobre Federico Pinedo.
La lectura detenida y crÃtica refuerza aún más la tesis de que esos años ofrecen un panorama lamentable y de desolación espiritual, entrega económica del paÃs, deterioro económico-social del pueblo y sumisión internacional. Basta recordar algunos hechos trascendentes: la estadÃstica de suicidios, para 1932, alcanza en la ciudad de Buenos Aires, a casi dos personas por dÃa, la tuberculosis, que por desnutrición, hace estragos, los Ãndices de delincuencia y mendicidad son altÃsimos, el vicepresidente del General. Justo, Dr. Roca (h), asà como más tarde, el presidente Dr. Roberto Ortiz admiten públicamente, sin pudor alguno, que la Argentina -por su economÃa- forma parte del imperio británico. Asimismo, las medidas de reestructuración económica configuran verdaderas estafas al patrimonio y al destino nacional: el convenio Roca-Runciman, la creación del Banco Central mixto, la escandalosa renovación de las concesiones eléctricas, la Coordinación de Transportes, los convenios petroleros. En el orden institucional, lo común fue el fraude y hasta su intento de legitimarlo como "patriótico".
A lo largo de nuestra historia observamos como la clase dominante ha mantenido un férreo control sobre la intelectualidad, dominándola a través de una red opresiva de premios, fama periodÃstica, cátedras y academias, para unificar su discurso en favor del orden constituido e impedir denuncias, testimonios y juicios contestatarios. Ya se a dicho hace mucho tiempo: "Las ideas dominantes en una sociedad son las ideas de la clase dominante". De modo tal que la verdad se atrinchera en la pluma de muy pocos escritores, aquellos alejados del prestigio y la gloria oficiales.
Tal cosa ocurre con Enrique Santos Discépolo. Desde el mundo del tango -ajeno al ministerio de Educación y a la secretarÃa de Cultura, ajeno a los suplementos dominicales de "La Prensa" y "La Nación", desinteresado por los premios municipales, las cátedras y las academias- este poeta singular radiografió, de una manera implacable, la vida Argentina de los años treinta. En sus canciones se halla el testimonio desnudo y total de una época de infamia, en sus versos de todo aquello que omiten los versos de los poetas consagrados por el sistema.
Discépolo -nacido el 27 de marzo de 1901 en el Barrio de Once de la ciudad de Buenos Aires- se constituye en ese gran fiscal de la Década Infame por dos razones: porque vuelca en el poema sus sentimientos auténticos, sin importarles si ellos serán recibidos favorablemente por los diarios o la radiotelefonÃa o los profesores del sistema dominante y además, porque posee una sensibilidad social tremenda, un profundo sentimiento de solidaridad con los sectores populares que le permite comprenderlos y expresarlos. Discépolo denuncia una crisis sin precedentes, pero no lo hace escribiendo "para el pueblo", "por el pueblo": él escribe "desde el pueblo". Es el pueblo mismo, traicionado en las urnas, vendido en los convenios internacionales, apaleado y torturado, humillado por la minorÃa oligárquica y el interés extranjero, a través del poeta, el que viene a decir su palabra cuando la intelectualidad calla, cuando los polÃticos mienten, cuando los académicos se hacen los distraÃdos.
AsÃ, nos testimonia la desocupación: "Cuando rajés los tamangos buscando ese mango que te haga morfar" y la miseria: "Cuando no tengas ni fe, ni yerba de ayer secándose al sol... y los que estén a tu lado, se prueben la ropa que vas a dejar" (Yira Yira, 1930).
AsÃ, lleva a la canción la siniestra estadÃstica de suicidios: "No doy un paso más, alma otaria que hay en mi / me siento destrozado murámonos aquÃ: / Pa' qué seguir asÃ, padeciendo a lo fakir / si el mundo sigue igual... si el Sol vuelve a salir...Cachá el bufoso y chau / Vamo a dormir" (Tres esperanzas,1932/33).
Del mismo modo desgarrador nos habla de la frustración de tantos hombres y mujeres argentinos: "Por un pan cambiaste, como yo / tus ambiciones de honradez... Me levanté pa' que vieras como estoy / yo que pensaba ser un rey... Quien más... quien menos...pa' mal comer / somos la mueca de lo que soñamos ser" (Quien más quien menos, 1934).
Asimismo, la crisis de todos los valores, el descreimiento, y el escepticismo que embargan a los hombres de esta tierra hundidos en esa atmósfera de humillación, son expresados por Discépolo: "Y en medio del caos que horroriza y espanta / la paz está en yanta y el peso ha bajao" (Qué pasa, señor,1931).
El desconcierto y la confusión ante el quiebre del viejo orden y sus mitos aparecen también al desnudo: "Qué sapa señor... que es todo demencia / los chicos ya nacen por correspondencia / y asoman del sobre sabiendo afanar... ya nadie comprende si hay que ir al colegio / ¡O habrá que cerrarlos para mejorar!"(Qué sapa señor,1931); "Qué el siglo veinte / es un despliegue de maldad insolente / ya no hay quien lo niegue / Vivimos revolcaos en un merengue / y en un mismo lodo todos manoseados... No hay aplazaos, ni escalafón / los inmortales nos han igualado / ... Cualquiera es un señor, cualquiera es un ladrón... Es lo mismo el que labura / todo el dÃa como un buey / que el que vive de los otros / que el que mata, que el que cura / o está fuera de la ley" (Cambalache,1935).
La sensibilidad que llevó a Discépolo a radiografiar en sus tangos aquella Década Infame fue una permanente conducta del intelectual comprometido con el pueblo, un mismo sentimiento de solidaridad social, un idéntico afán de cambio, la misma esperanza en un mundo mejor.
FORJA
Como consecuencia de la Convención Nacional Radical del 27 de diciembre de 1934, que determinó el fin de la abstención radical, se incorporaron los legisladores que sancionarÃan las leyes emergentes del tratado Roca-Runciman. Para muchos radicales, esta resolución (impulsada por el jefe de la UCR, Dr. Marcelo Torcuato de Alvear) era convalidatoria de la entrega nacional al imperialismo inglés acordada en el referido convenio suscripto por el gobierno fraudulento del Gral. AgustÃn P. Justo.
De las charlas entre Arturo Jauretche, Juan B. Fleitas, Manuel Ortiz Pereyra, Félix RamÃrez GarcÃa y Homero Manzi, nació la idea fundamental de lo que luego serÃa FORJA, como instrumento de oposición a la conducción radical.
FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina), al decir de Jauretche, ânace como la última de las resistencias operadas en el seno del Radicalismo contra su desnaturalizaciónâ.
El 29 de junio de 1935 se reunió la Asamblea Constituyente de FORJA. Jauretche redactó la declaración liminar, que era un verdadero grito de guerra: âSomos una Argentina colonial, queremos ser una Argentina libre. Patria, Pan y Poder al Pueblo. Es necesario -sostenÃa la proclama- en el orden interno del partido dotarlo de un estatuto que estableciendo el voto directo del afiliado que asegure la soberanÃa del pueblo Radical; y en el orden externo, precisar las causas del endeudamiento argentino al privilegio de los monopolios extranjeros, proponer las soluciones reivindicadoras y adoptar una táctica y los métodos de lucha adecuados a la naturaleza de los obstáculos que se oponen a la realización de los destinos nacionalesâ.
A pocos meses de su fundación, el 2 de septiembre de 1935, FORJA publicó su primer Manifiesto al Pueblo de la República. Acusaba a las autoridades partidarias por mantener silencio ante la gravedad de los siguientes problemas: Creación del Banco Central y el Instituto Movilizador; la Coordinación de Transportes; las Juntas Reguladoras; la Unificación de los Impuestos Internos. Régimen de Cambio; PolÃtica PetrolÃfera; Intervenciones Militares Arbitrarias; Restricciones a la Libertad de Opinión. Incorporación a la Liga de Naciones; Supresión de las Relaciones con Rusia; Investigaciones Parlamentarias sobre Armamentos y Comercio de Carnes. El Crimen del Senado, entre otras cosas.,
A fines de los años â40, ingresaron (sin el requisito de la afiliación radical, derogado tácitamente) nacionalistas moderados como Enrique Millán, Luis Peralta, Ramón Hipólito J. Paz, Guillermo Borda y Carlos Gustavo Lerena. Entonces se incorporó formalmente Scalabrini Ortiz. Simultáneamente con estos ingresos, se escinde un grupo de afiliados encabezados por Luis Dellepiane y Gabriel del Mazo.
Los episodios de octubre de 1945 conmueven a FORJA, que, âen cumplimiento del deber argentino y radical, expresa su decidido apoyo a las masas trabajadoras que organizan la defensa de sus defensas socialesâ. Era la demostración de lo siempre sostenido. âLo que en FORJA llamamos voluntad nacional es cosa distinta a la simple y ocasional suma de voluntades que se da en oportunidades electorales como mayorÃa, y no puede construirse desde arriba, sino trabajando en el seno del puebloâ.
El 15 de diciembre de 1945, se resuelve la disolución de FORJA. âQue el pensamiento y las finalidades perseguidas al crearse FORJA están cumplidos al definirse un movimiento popular en condiciones polÃticas y sociales que son la expresión colectiva de una voluntad nacional de realización, cuya carencia de sostén polÃtico motivó la formación de FORJA ante su abandono por el radicalismoâ.
Jauretche dejó expresado: âLa tarea de FORJA no fue hacer liberalismo ni marxismo ni nacionalismo, sino contribuir a una comprensión en que el proceso fuera inverso: que las ideas universales se tomaran sólo en su valor universal pero según las necesidades del paÃs y según su momento histórico las reclamasen como creaciones propias del mismo en su marcha ascendenteâ. âEn una palabra, utilizar las doctrinas y las ideologÃas y no ser utilizado. Hacer del pensamiento polÃtico un instrumento de creación propia en cuyos modos y fines podemos diferir, pero no en el planteo básico, que es desde la Argentina y para la Argentina, desde los argentinos y para los argentinos, más allá, de los latinoamericanos o Latinoamérica y asà sucesivamente en orden concéntrico, como las ondas que en el agua promueve la caÃda de una piedraâ, señalaba.
Las fuentes más directas de FORJA fueron el yrigoyenismo y la Reforma Universitaria. También se nutrió de la experiencia peruana de la Alianza Popular Revolucionaria Americana (APRA) fundada por VÃctor Raúl Haya de la Torre. FORJA quiso ser una voz argentina y latinoamericana, pues comprendió que la unión sudamericana era la única posibilidad de pesar en el mundo..
VÃctor Paz Estenssoro reconoció que el Movimiento Nacional Revolucionario por él creado en Bolivia sólo reconocÃa a FORJA como antecedente ideológico.
FORJA fue el eslabón humano y doctrinario entre los dos movimientos nacionales y populares del siglo XX en Argentina: el yrigoyenismo y el peronismo.
âEl ejemplo de FORJA en el pasado -dejó dicho Miguel Ãngel Scenna en su Historia de FORJA- será siempre futuro para los argentinosâ.
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