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Laura Barberis

Hablemos de política
La joya de los nueve mil años

Laura Barberis


      Hace dos semanas, en Bulgaria se encontró un yacimiento arqueológico en el que, entre unos afinadísimos restos óseos humanos, había un collar de oro mucho mejor conservado que los delgados y frágiles huesitos del lejano antepasado que lo lucía al morir. La pieza sólo tiene un ligero desgaste en parte de sus bordes, se supone que por la presión del polvo y la tierra que lo fue cubriendo a lo largo de los nueve milenios.
      Pensaba yo en el rudimentario orfebre que labró la joya; en quien la usó -hombre o mujer, pero seguramente príncipe o rey, hechicero o jefe de clan; quizás, aunque muy poco probable, era la  amada del artesano-. Pensaba en cómo el oro ya era un bien muy preciado y motivo de luchas y asesinatos. Pensaba en el inimaginable planeta de una época en la que no había naves espaciales ni DVDs ni Internet, ni automóviles ni caramelos, ni trenes ni carruajes, ni sombreros ni papel; que la flora y la fauna contaban con especies que han desaparecido, dando lugar a otras que no convivieron con generaciones y generaciones de seres humanos pero sí con el collar. Imaginaba cómo se verían el día y la noche a través de un aire al que no le tocó recibir el humo de los caños de escape, de industrias y fábricas, del caucho quemado ni de ningún otro tipo de emanación artificial. Pensaba en las numerosas guerras del S.XX y todas las anteriores, muchas, muchísimas; claro que cuesta imaginar aquél mundo, pero una cosa es segura, en los tiempos del collar de oro de Bulgaria enfrentamientos, sangre, peste y guerra, hubo, eso siempre; no hay dudas. Pensaba que el collar de oro era de siete mil años antes de Cristo y que tenía cinco mil cuando construían las pirámides. ¡Ah, me olvidé! hacía todas esas elucubraciones mientras escuchaba la radio casi sin oírla, cuando de pronto (un oscurecimento en pleno día) una voz,supongo que por lo airada, me hizo atravesar nueve milenios en un segundo, para escuchar a un diputado provincial, UCR, (por piedad prefiero no consignar su nombre) decir “¡acá se acabó la paz institucional!” y lo decía de nuevo y de nuevo y rondaba sobre la cuestión sin parar. La verdad, fue una sacudida, casi una conmoción. No exagero. En serio. Con las cosas que han pasado en Jujuy en democracia, es para conmocionarse. Y con las que han pasado en el país en los gobiernos de facto, que un legislador en última, pero muy última instancia, representante de un partido popular que puso al frente del Gobierno Nacional a alguien de la calidad democrática de Raúl Alfonsín, se permita decir una cosa así, asusta. Ni siquiera las buenas ideas aguantan la prepotencia en el decir, imagínese esto. Pensé enseguida ¿qué va a hacer? La gente del cuartel no le va a dar bola, como se la dieron tantas veces. ¿Va a contratar y dirigir una patota? ¿Va a poner una bomba? ¿Qué va a hacer? Sorprendente. Pasmoso. Indignante. Fallido o intencional espero que al diputado en cuestión alguien -quizás de su propio bloque- lo ponga en caja respecto de lo que se puede decir o no por estos tiempos ¿o acaso las expresiones reiteradas, que escuché al igual que mucha otra gente, no atentan claramente contra las instituciones? “Acá se acabó la paz institucional”. ¿Ah sí, no me digas? ¿Vos y quién más van a interrumpir la institucionalidad en Jujuy? ¿O crees que los demás, todos los demás,  nos vamos a quedar sentados viendo trapisondas que desestabilicen a la provincia? Encima, un correligionario, medio delincuentillo él, tras cartón se puso a hablar de lo que cree que eran las viejas normas de la caballería y la ética.
      Lo que pasa es que la embestida que está haciendo la gente del PJ con la reforma y la re reelección se fue transformado en un revulsivo muy fuerte para ellos mismos pero también para la UCR, porque en el fondo a los dos les pasa algo muy parecido. Por lo menos así lo veo yo.
      El Justicialismo, evidentemente desde el gobierno, manejó muy mal la estrategia reformista en los últimos tres o cuatro años. Quizás por acostumbramiento a un uso de los tiempos que, como el tiempo mismo, nunca puede ser igual. Quizás presionado por la rareza de su interna en la que, sumado al complejo internismo que tuvo siempre, cuenta con la voluminosa complicación de los dos poderosos sectores de poder que, a pesar de los años que llevan adentro y de lo que han crecido en bancas, cargos, carguitos, cargazos y otras yerbas, siguen siendo foráneos, ajenos, y como lo saben, o al menos lo sienten, el rigor y la brutalidad de sus acciones y ambiciones siempre es creciente.
      La UCR por su parte, con deterioro propio pero muy fogoneado por el del partido a nivel nacional, cometió también, en el afán de robustecer en número a la oposición, errores de “amontonamiento” y, ya se sabe, los montones se desmoronan. Asimismo, se equivocó al quedarse afuera, esperando a ver que hacía el gobierno con la reforma y no ocupó respecto de ella espacios de los que después nadie los pudiera sacar, sobre todo ante la opinión pública, y ahora, cuando parece estar quebrada cualquier posibilidad de negociación, la ira, el enojo y la frustración entorpecen aún más las cosas. Se pelean entre ellos, con sus amigos, con los socios de las pasadas elecciones, con los dirigentes de partidos del mismo contexto ideológico, con los periodistas, con gente de la cultura. Paren ché, es demasiado. ¿Quién va a querer que Uds. estén al frente si tratan mal a todo el mundo?
      Lo que pasa también es que, al igual que en la Nación, el chupetín por el palito lo tiene el peronismo. Sean lo que sean en esta época saben mantener el poder.
      Y claro, está el tema de la re re, no la re re en sí, sino la de Fellner, que en cualquier encuesta sale con una intención de voto que más que duplica a Gerardo Morales y ni que hablar de cualquier otro dirigente, radical o peronista.
      Descartando la necesidad de la reforma constitucional en sí, cosa que nadie serio puede discutir, y estando enrolada desde hace muchos años en la idea de que ningún cargo electivo debería durar más de dos mandatos, frente a la situación real de la interna del PJ por un lado y del encaramamiento de “ciertas” formas del poder económico en los estamentos de decisión de la provincia ¿usted se imagina lo que puede llegar a pasar en Jujuy, si cambian de manos (¿cuáles?) las riendas de toda esta historia? No vamos a ser Santiago del Estero, vamos a ser el país de la banana y el café; sí, ése. Hay quizás otra opción, igualmente mala, podemos también llegar a ser la única provincia en la que la impronta de Menem-Alsogaray vuelva a reinstalarse y termine de matarnos. Mejor que quede Fellner, muchachos ... ¿qué va a hacer? Por ahora no hay otra.
      Sé que es patear el problema principal del poder político, para más adelante. Sé que la crisis de identidad del PJ y la UCR, la soledad de la gente, la falta de representatividad política, probablemente crezcan en vez de disminuir. Pero las cosas están así. Quizás todos somos responsables, no solamente los dirigentes que tenemos.
      Ahora, volviendo a lo de la institucionalidad, para hablar, es mejor pensar antes, por lo menos un poquito, hay que tener memoria aunque sea de los últimos quince años y no decir cosas que subrayen y traigan al presente hechos que se disimulan o borran en el recuerdo. Porque para hablar nomás de Jujuy, es verdad, absoluta verdad, que la UCR apoyó a Fellner en el proceso de reacomodar el desastre. Pero también ayudó, colaboró y se metió con toda la leña que pudo en el desbarajuste anterior. Ojo, participamos todos, pero los “defensores de las instituciones”, también.       Que no me digan que en algún caso solicitaban el juicio político, por que a eso lo hacían en el recinto delante de los medios, mientras otros diputados radicales ofrecían y convencían a dirigentes peronistas para que ocuparan funciones en gabinetes que reemplazaban al anterior. Convengamos en que acá las culpas están perfecta y proporcionalmente repartidas. Reitero que varios periodistas y cabezas de instituciones intermedias actuamos con inmadurez y precipitación en la peor época, ayudando a confundir las cosas más de lo que estaban. O sea que no es cuestión de prender el ventilador, sino de pensar un poco.
      Necesitaría dos hojas más para completar esta nota pero sólo tengo unas líneas y quiero llegar a otro punto ¿por qué será que no pudieron acercarse un poco para que la situación no fuera tan dura como lo es ahora; acercarse para defender la política? Eso si que sólo lo pueden hacer algunos peronistas y algunos radicales, pero juntos. 

      Me olvidaba, la historia del collar de Bulgaria es un poco para narrar las cosas  como me pasaron al momento de oír esas barbaridades, pero esta nota también podría tener de título “Por cuatro días locos ...”.






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