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Laura Barberis

Cada cual atiende su juego

Laura Barberis



      Hay notables y fuertes pugnas en demasiados lugares de Jujuy. En los partidos políticos, en los gremios, en las cámaras, en las organizaciones sociales, en el sistema educativo terciario y universitario, en las mutuales, en los clubes; en todas partes; allí donde haya más de cinco o seis o cuatro o dos personas en algún nivel dirigencial, hay una interna; ni qué decir donde hay muchas más, como en los partidos. Me dirán que pasa en todas partes. Probablemente. Pero estamos en Jujuy y de Jujuy hablamos, porque es aquí donde los niveles de confrontación ya han pasado a ser parte de un folklore que no anima ni entusiasma más que a los mismos protagonistas, muchos de ellos tan aferrados a sus sillones o sillas o bancos o espacios callejeros, que ya parecen inmortales.
      Evidentemente, casi todos los ámbitos de acción y casi todos los dirigentes tienen dos cosas en común en la provincia: la permanencia por años y décadas en los cargos, sea por designación o por ¡elecciones! y la confrontación.
      Claro que según sea la organización o colectivo -como dicen los españoles- son las modalidades de permanencia y confrontación; si bien por estas épocas, la delantera la llevan los sindicalistas, no sólo los estatales (la de algunos ya se perdió en la noche de los tiempos cuándo fueron electos por primera vez, como el caso de Acosta en ATE) sino también los privados. Piénselo y verá que si hubo algún recambio fue después de muchísimo tiempo, de varios períodos por lo menos, o sea que él o la que asumió es de suponer que tiene para rato. Habrá que ahondar alguna vez en esto ¿cuánto tendrá que ver con la situación tan crítica de trabajadores y desocupados esa falta de renovación?
      También hay una brecha muy grande entre lo que se dice públicamente y lo que se habla en las confiterías, oficinas, casas particulares; en la vereda, en los bancos, en cualquier lugar de encuentro. En los medios no, en ellos, en lo que informan, en lo que reflejan, no; casi no pasa nada, por ahí alguien levanta un poco la voz y señala algo; pero en lo que expresan, en lo que muestran cotidianamente, están a un costado de lo que los mismos dueños y trabajadores de prensa saben y comentan al igual que el resto de los jujeños (sin hablar por supuesto de las conferencias de prensa de Martiarena o los reportajes que le hace el mentalista, que son y están  tan ajenos a la realidad que no se los puede catalogar, salvo con un diagnóstico psiquiátrico, lo que escapa a mis conocimientos). La esquizofrenia de verdades y mentiras paralelas nos sigue fragmentando pero la mayoría cuida muy bien que no se cruce nada.
      Por ejemplo, todos hablamos de lo hartantes y agresivos que son los cortes de ruta y de calles y avenidas céntricas, pero recién el mes pasado empezó a haber algunas declaraciones precisas, concretas, sobre que esto tiene que terminar, del sector privado y de algunos funcionarios. Cuesta entender por qué es tan difícil llamar a las cosas por su nombre y dialogar a fondo, pero públicamente, con los dirigentes que utilizan esas medidas de protesta cuya efectividad es dudosa e, insisto, no logran la solidaridad ni la adhesión del resto de la sociedad, por más justificado que esté el sentido del reclamo. Cuando digo públicamente, me refiero a que rara vez nos enteramos de verdad de las características del cruce de ideas, argumentos, negociaciones, etc., entre los funcionarios y los dirigentes. A no dudarlo, la debilidad debe estar de los dos lados. ¿Cuál será peor? ¿O serán iguales? ¿O son tres lados, porque dónde estamos nosotros, los que no somos ni sindicalistas ni funcionarios? Frutos del mismo frágil árbol; columnas torcidas de la misma precaria construcción.
      Los funcionarios dirán “nosotros estamos aquí trabajando todo el día y los dirigentes tienen todo el tiempo para reiterar la misma metodología”. Es verdad. Pero también es verdad que con un poco de imaginación se ha cambiado la historia innúmeras veces. Cargosa, me repito a mí misma, pero no hay otra, se trata de rescatar a la política, a los partidos y a sus principios, a las conductas y a los pensamientos e idearios que les dieron origen. Una cosa es segura, no se va a lograr con improvisados tanteando el terreno, distorsionando situaciones para cuidar el pellejo o inventando estrategias que realmente son patéticas.

      Esta nota es una lágrima, es verdad, pero a veces cuesta mirar con humor siempre lo mismo. Fíjese por ejemplo el tema del Aeropuerto, entre dimes y diretes, acusaciones, sospechas, discusiones, algunas leves y otras virulencias, en los últimos ocho o nueve años no pasó absolutamente nada y ahí está el pobre tan deteriorado como un espantapájaros después de la tormenta; que Aeropuertos 2000 esto, que Aeropuertos 2000 lo otro; que acá hay algo raro, que en otras provincias hicieron las cosas bien, que no, que las hicieron mal. La cosa, es que prácticamente, durante casi una década se discutió estérilmente la cuestión. El tiempo que pasó (y sigue pasando) no ha hecho más que dejar sospechas sobre todos, a unos porque sí y a los otros  porque no, la gente, cansada, los mira con certezas que apuntan al tiempo tan largo, pero también a que nada explica que haya transcurrido como si nada. Y a lo mejor fue nada más que negligencia, pelear por pelearse, no ponerse las pilas, esperar que sea otro el que haga las cosas. Analizar paso por paso, en detalle, lo que pasó con el Aeropuerto, seguramente nos permitiría a todos hacer un diagnóstico de lo locos que estamos y advertir con qué sinergia nos movemos y sobre todo, nos detenemos, nos paramos, nos volvemos inactivos hasta lo incomprensible. En esta misma edición hay declaraciones del gobernador aludiendo al tema, casi como si hubiera bajado los brazos. Quizás no habría que apostar tanto al consenso y a la concertación con todos los sectores, o con la mayoría. A lo mejor nuevas épocas necesitan nuevos métodos.
      Realmente esta nota es medio tétrica. Claro que la situación, tal como se la ve y siente hoy, no da para mucha chanza, para chistes y bromas. A veces parece que estuviéramos dando vueltas y vueltas en una calesita que repite hasta el cansancio los mismos temas, la misma música, el mismo círculo cerrado, las mismas borrosas caras del lado de la sortija que nadie puede sacar.
Es injusto y arbitrario, y aparte da mucha bronca, que cada día, al levantarnos a la mañana, sepamos, con seguridad y resignación, que nos vamos a encontrar con el corte nuestro de cada día; que al ir a hacer un trámite estén de paro o que nos hagan esperar un tiempo irracional; que en cualquier lado y por todas partes haya basura; que el transporte público, con aumento del pasaje y subsidio ya cobrado, saque a la calle unidades sucias y maltrechas técnicamente, en frecuencias que no alcanzan; que funcionarios que tendrían que jugar en la B o en la C o ni eso, nos expliquen la realidad y tengan poder de decisión, que a la gente un poco más capaz o independiente se le cierren las puertas de la política salvo que se someta a códigos intolerables. Parece que cada cual atiende exclusivamente su juego. Pero en algún  lugar esta sociedad tiene que encontrar el interés por el juego de los demás, de aquellos a los que les decimos “los otros”, aunque sea por curiosidad, aunque sea para relacionar las cosas que nos pasan.
      Y como ya no da para más este juego del Don Pirulero, tan instalado en Jujuy, si no levantan un poco la puntería los que conducen, los que tienen influencia sobre “los otros”, los que van por delante de los demás, algo va a dispararse mal, porque cuando las cosas se cristalizan tanto, las dinámicas se van poniendo siniestras.






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