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Laura Barberis

Hablemos de política
¿Y la gente, qué quiere?

Laura Barberis

      Ahora sí empieza el año y se puede pensar, especular o divagar sobre las expectativas de la población en general (ya vamos con eso), los aprontes de unos, los preparativos de otros, el embale de los más osados, las precauciones de los timoratos. Para mí, como para otros muchos, el año empieza en marzo porque se pone en marcha la mayor parte de las actividades que se reflejan en los medios.
La verdad es que no quiero empezarlo hablando con demasiada seriedad de las cosas pero mirando nuestra forma de ser, nuestro Jujuy es tan especial, tan diferente a otras provincias; solemos decir y escuchar: “aquí no pasa nada”, “no hay solidaridad, no hay compromiso”; “nadie le pone pila a las cosas; mirá cómo están en Salta”: “nadie arriesga, nadie invierte”; “no hay proyecto de provincia”; alguno más leído dice “Jujuy no sale de su anomia porque la sociedad nunca se integró”; “la culpa es de los bolivianos” y más bajito “y también de los turcos” (estas últimas afirmaciones siempre me dan la idea de la inseguridad e infantilismo genital de los que las hacen) y más y más por el estilo. Rara vez decimos que, por muchos motivos estéticos, culturales, sociales y humanos, vivir en Jujuy todavía es un privilegio; pocas veces contabilizamos que las peores cosas que pasan en el país (violencia, inseguridad) aquí las tenemos también, pero atenuadas; no nos acordamos casi de nuestros músicos, escritores y pintores; ni de la Quebrada; ni de Jama; ni de la tierra fértil; ni de tantas otras cosas positivas; como que no nos comprometemos demasiado con lo posible, con la alegría; con lo que se puede hacer; mejor dicho, con lo que podemos ser y hacer.
      Por eso pensaba a la hora de comenzar marzo ¿cuáles serán las expectativas de la gente? ¿qué quieren los jujeños para el futuro inmediato, para este 2006? Hay cosas obvias y comunes a todas las clases sociales: salud, trabajo, poder progresar, etc. Hasta ahí. Por que hay quien querrá ir a navegar al Caribe; quien comprarse una lancha y llevarla al Dique y quien alquilarse una piecita donde sea para poder irse a vivir con su pareja; quien desee poder ir más de dos veces al año a Europa y quien desee poder comprarle leche a sus hijos todos los días. ¿Sigo? No, está claro.
      Y así fui pensando qué es lo que querrá la gente, la mayoría silenciosa que todos los días toma un colectivo para ir a trabajar o que tiene que ser muy cuidadoso para que le alcance para la nafta de todo el mes. El pueblo, del que excluyo a los efectos de este análisis a los pocos muy ricos ¿qué es lo que quiere? ¿Qué es lo que querrá el pueblo este año? ¿Qué querrá, particularmente,  de sus dirigentes o de los dirigentes?
      La verdad es que creo que hoy, con las consabidas excepciones que marca la regla, los dirigentes no tienen la menor idea de las aspiraciones y deseos de sus votantes; es que se fueron muy lejos, tomaron demasiada distancia, están casi todos en aquella estratósfera que tanto le gustaba a Méndez, por lo menos en la comunicación; por ejemplo, creen que si entregan unas chapas, un pasaje o hacen una gestión ¡produjeron un hecho político, se entendieron con la gente y hubo un ida y vuelta!
      Fíjese, para seguir con los ejemplos, que hay legisladores radicales que sostienen todas sus definiciones (y toda su oposición) en que la gente, el pueblo, con aquel famoso “que se vayan todos” explicó cómo deben actuar los políticos para recuperar la credibilidad y pontifican y explican y son dueños de todas las verdades. Pero al final, De la Rúa fue el único que se fue y por aquella huida nadie lo premió ni a él ni a la UCR. Todo lo contrario, como bien sabemos.
      He escuchado a un diputado peronista señalar que “la gente sabe dónde está la verdad” (es textual), aludiendo lógicamente a los resultados electorales. Me pregunto si el inefable es conciente de lo que dice. ¿Cree acaso que la impronta de los orígenes del peronismo, grabada en la memoria colectiva, lo incluye a él, a él mismo y a su penosa ignorancia?
Desde hace un tiempo escucho a gremialistas jujeños explicar  repetidamente, sin dudarlo, como argumento de combate, que las obligaciones, las culpas y los deberes son nada más que de los otros y que los afiliados que no coinciden es “porque están presionados o porque no entienden cómo es la cosa de verdad”.
      Dirigentes de la protesta social confían solamente en la conducción del garrote; “como te quiero salvar te aporreo (literalmente) y como sé lo que es mejor para vos tenés que hacer lo que yo digo”.
Mientras tanto la gente, el pueblo, la mayoría en su soledad, imagino que debe querer que los dirigentes se den cuenta cómo son las cosas, que interpreten mejor la realidad, que prevean y planifiquen, que contengan, porque si están donde están se supone que es porque pueden hacerlo. Pero no, no pueden. Tampoco nosotros podemos generar mejores conductores ni en los partidos, ni en los gremios, ni en los clubes. Y ahí está la cosa.

      Sin embargo ...., sin embargo ..., no le aflojemos a la melancolía. Y tampoco nos consolemos con que en Irak, Afganistán, Colombia y tantos otros lugares están peor.

      Realmente creo que me empecé a preguntar por las expectativas del pueblo a raíz de que se empieza a notar en Jujuy un cambio en la dinámica social; es leve, incipiente, pero hay, claramente, una interpretación más realista de los hechos y las circunstancias actuales y de los últimos tiempos, tanto en la gente común, la que no milita en ningún sector, como en muchos de los que integran esa franja participativa que no adhiere demasiado a nadie ni a nada (aunque estén en partidos políticos u organizaciones de distinto tipo) y de la que creo es de donde van a terminar saliendo los nuevos dirigentes.
El cambio se percibe sobre todo en que hay atisbos de que se empieza a deponer actitudes beligerantes a la violeta, en el convencimiento de que no sirven ni son útiles salvo en crisis muy especiales. Se nota en las conversaciones con vecinos, trabajadores, amigos, que manifiestan la necesidad de considerar que para que los cambios se produzcan hay que compatibilizar muchas cosas.
Sigo con los ejemplos. En una espontánea reunión en la calle, hablábamos de la encendida oratoria de algunos dirigentes de la oposición de los partidos más chicos sobre la falta de honestidad y de eficiencia de funcionarios provinciales y municipales, pero hasta el menos ilustrado destacó que si bien creía en los hechos de corrupción mencionados, los que hacían las críticas “trabajan en las empresas de tal o cual que son tanto o más corruptos que los sospechados y hablan de la democracia y de la justicia de forma totalmente abstracta; la realidad es otra”, por este tipo de cosas creo que nuestra sociedad se orienta hacia otro tipo de enfoque de la realidad.
      Por supuesto que si está sucediendo lo que a mí me parece, es porque una cierta tranquilidad básica, institucional, como la que se ha obtenido en los últimos tiempos, permite que la gente, el pueblo, empiece a pensar qué hacer con la pobreza, el desempleo, la educación, la salud, cómo mejorar su calidad de vida. Si el pueblo la va teniendo más clara y desestima a los dirigentes que, por acción o reacción, no pueden salir de la movida de los ’90, y alguna de la gente que conduce ejerce la inteligencia, puede ser que tengamos un año de cambios positivos en Jujuy.






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