La comunidad de Gualeguaychú, utilizando sus propios mecanismos de defensa, tal vez está consiguiendo mucho más que lo que se propone: abrir un debate en serio sobre lo que implica la contaminación para la vida de las personas.
Tal vez su pretensión es más modesta e inmediata, por lo menos en lo más manifiesto y probablemente fracase en su propósito de que no se construyan las papeleras, pero estimula la denuncia dentro del Paraguay sobre la contaminación de la planta de celulosa de  Puerto Piraà y a partir de eso nos enteramos que una denuncia similar se ha hecho en Misiones que está en la etapa de instrucción. Esto nos ârecuerdaâ la contaminación del rÃo desde Rosario hasta La Plata y que nada menos que el lago Nahuel Huapi está contaminado por efluentes. Tampoco âla limpiezaâ del Riachuelo y el Reconquista ha limpiado nada, ni siquiera los barcos hundidos.
Si aplicáramos los criterios sustentados en el legÃtimo reclamo, probablemente tendrÃa que cerrar la mitad de la industria argentina y desde ya casi todas las curtiembres.
Confundimos el llamado de atención del âdespertadorâ frente a la burocracia indiferente y adormecida con la acción que puede conducirnos a obtener lo que queremos.
La âsorpresaâ, tiene admiradores y detractores. Es un mecanismo de defensa comunitario válido y legÃtimo frente a la inoperancia, pero va provocando paulatinamente indiferencia y cansancio, cuando se convierte en crónica, porque deja de ser sorpresa y se convierte en molestia e incomodidad para muchas personas del propio paÃs y en un peligro para todos. Además recordemos que en los últimos años la acción directa se está extendiendo como uso cotidiano en nuestra convivencia de una manera peligrosa, porque los luchadores terminan engendrando otros luchadores que viven en el mismo vecindario.
Es la diferencia entre marcar lÃmites y agredir. Es el deslizamiento de la fortaleza a la debilidad, al usar aquella en exceso.