Ariadna Tabera
Fiestas y ritos realizados a lo largo del ciclo anual, nos permiten vislumbrar diversos aspectos de la religiosidad humana. Una lectura en profundidad de estos acontecimientos devela rasgos interesantes acerca de nuestras creencias y cultos, y los mitos que los sostienen.
Philippe Walter en MitologÃa cristiana: fiestas, ritos y mitos de la Edad Media rastrea en diversas fuentes medievales, desde literatura profana, actas de concilios, manuales de confesores, textos hagiográficos hasta iconografÃa medieval, cómo el cristianismo en Europa asimiló creencias y âsupersticionesâ paganas a fin de controlarlas, a través de un proceso por el que se fue produciendo una mitologÃa medieval cristiana que fue expandiéndose junto al cristianismo. Este mismo tipo de proceso fue aplicado en América con las religiones primigenias a partir de la llegada de los europeos, que traÃan ya incorporadas aquellas creencias sincretizadas a las que añadieron las que tomaron de esta región. Es posible aún desenredar la madeja para vislumbrar los antiguos cultos que perviven en las ceremonias cristianas. En Jujuy un ejemplo de esto puede ser la devoción de la Virgen de Copacabana y Punta Corral (ver página 59 de este mismo número), fenómeno que permite observar la actitud de la Iglesia frente determinados rasgos rituales no necesariamente asimilados. El culto a la Virgen, como ha demostrado Antonio René Machaca en Los sikuris y la Virgen de Copacabana del Abra de Punta Corral, está en relación directa con cultos precristianos, que luego se adaptaron a la nueva religión pero que en su núcleo interno mantienen caracterÃsticas que les son propias. Y esto se puede ver en la reacción de la Iglesia que cuestiona e intenta modificar algunos rasgos de la devoción a la Virgen, como queda claro con la lectura de este extracto del decreto de la Sede Episcopal, del 25 de marzo de 1984, publicado por el Diario Pregón el 31 de marzo de ese mismo año. Algunos de los puntos son: âQue la atención espiritual de la devoción popular a Nuestra Señora de Copacabana de Punta Corral, sea reducida a dos semanas por año (desde el domingo de Ramos hasta el domingo posterior a Pascua)â; âQue a partir del Lunes Santo y hasta el Domingo de Pascua, no se realicen cultos a la Sagrada Imagen por la solemnidad que la liturgia da a la Semana Santaâ; âInvitar a los devotos a honrar a la Sagrada Imagen en el mismo templo de Tumbaya, participando de la celebración de la Santa Misa y en la recepción de los sacramentos de la Reconciliación y Comunión, debido a que Punta Corral no reúne las condiciones elementales para congregar grandes multitudes y que, al no ser propiedad del Obispado, éste no puede hacer las mejoras que serÃan necesariasâ; âNo trasladar la Imagen a los distintos pueblos de la Parroquia a fin de favorecer una atención más esmerada en la misma sede Parroquial de Tumbayaâ; âAconsejar al sacerdote encargado que arbitre los medios para que las dos semanas de atención sean un tiempo de profunda renovación espiritual para la comunidadâ.
A través de este documento, el Obispado intentaba acotar el tiempo de celebración, y el tipo de rituales, de modo tal de que fueran adecuados a las caracterÃsticas de la Semana Santa y realizados en el espacio cerrado âIglesia de Tumbayaâ.
En el medioevo europeo existÃa una memoria arcaica, un conjunto de ritos y creencias en la periferia del cristianismo bÃblico en relación a marcos mitológicos precristianos. La Iglesia fue elaborando en el interior del cristianismo medieval una mitologÃa cristianizada: âEsta religión de importación (coinciden los historiadores de las religiones) debió inscribir su doctrina y sus conmemoraciones en el calendario pagano anterior a ella, como un modo de asimilarlo mejor (...). La Reforma del siglo XVI volvió a poner orden en el dogma cristiano y lo expurgó de las partes a su entender sospechosas: el culto de la Virgen y de los santos, precisamente donde se habÃa refugiado la âmitologÃa cristiana de la Edad Mediaâ, vale decir, todo aquello que sin proceder de la Biblia, habÃa pasado a formar parte (...) de la fe cristiana .
El procedimiento de cristianización está testimoniado en diversos textos medievales, uno de ellos, una carta del Papa Gregorio a San AgustÃn de Canterbury en la que le explica: âSe tomará agua bendita y se rociarán los templos; se construirán altares y en ellos se colocarán las reliquias (...) lo único que hace falta es cambiar su destino: en lugar de servir al culto de los Ãdolos, servirán a la veneración del Dios verdadero (...) El pueblo se reunirá de manera más familiar en los lugares a los cuales ya tenÃa el hábito de asistir (...) A fin de vincular esas costumbres rituales (se refiere al sacrificio de bueyes a los espÃritus) con el dÃa que se dedica a festejar a los santos mártires cuyas reliquias se hayan depositado en la iglesia, que la gente continúe construyendo cabañas de ramas junto a los mismos templos transformados en iglesias y celebren con la fiesta ágapes ritualesâ .
Festivales Ãgnicos
La noche de San Juan, que pertenece al calendario cristiano, está emparentada por los ritos que se llevan a cabo, con una serie de festivales Ãgnicos que se realizaban en toda Europa, de este a oeste (y aún se realizan en algunos pueblos) en relación a determinados periodos del año, en general vinculados a los solsticios de verano e invierno: entre Navidad y EpifanÃa o Reyes (rituales en torno al leño de Navidad), para la noche del 1º de mayo, conocida como Noche de Walpurgis, para Cuaresma, San Juan y para la vÃspera de Todos los Santos . Estas celebraciones pueden ser rastreadas hacia atrás hasta el medioevo, a la vez que guardan similitudes con las costumbres practicadas en la antigüedad por lo que para Frazer ânos muestran que es preciso buscar su origen en una época muy anterior a la difusión del cristianismo. Claro que la prueba más temprana de su práctica en el norte de Europa proviene de los esfuerzos hechos por los sÃnodos cristianos en el siglo VIII para suprimirlas como ritos paganos .
Las caracterÃsticas de estos fuegos eran compartidas: se encendÃan hogueras en los lugares altos para las cuales todos debÃan colaborar. Se entendÃa que el fuego purificaba, no sólo protegÃa a los humanos y animales de enfermedades y brujerÃas sino también a los campos sembrados. Hombres y mujeres saltaban sobre el fuego, en algunos lugares también los animales. Los restos del fuego: tizones encendidos y cenizas también protegÃan, de allà que se recorrieran los establos o corrales y las plantaciones con ellos, se guardaran restos de las hogueras en las casas a fin de evitar las tormentas, en particular los rayos y los incendios. Walter los define como versiones de un mismo rito primordial de celebración y exorcismo, proveniente de la antigua cultura celta.
Testimonios de la realización de este tipo de rituales Ãgnicos, de caracterÃsticas similares, están registrados en La rama dorada incluso hasta el siglo XIX, en Francia, Bélgica, Inglaterra, Irlanda, Gales, España, Italia, Sicilia, Malta, Grecia e incluso en el norte de Africa, en Marruecos y Argelia. Lo que para Frazer prueba que âel festival solsticial es independiente de la religión que el pueblo profesa públicamente y constituye como la reliquia de un paganismo anteriorâ .
La noche de San Juan
Para Philippe Walter la Edad Media europea tomó elementos del antiguo culto celta a Jano (el de dos caras), dios de las puertas (latÃn: Janua), de los lugares de paso, de los accesos y umbrales, de las transiciones, sobreimprimiéndole elementos bÃblicos de Juan Bautista, produciendo âuna alegorÃa cristiana regida por el mecanismo cósmico de los solsticiosâ. Propone que la reinterpretación cristiana de esta divinidad pagana, tomando elementos bÃblicos desde el medioevo está en relación a los ciclos anuales: âSan Juan Bautista, el último profeta del Antiguo Testamento habÃa anunciado la llegada de Cristo. HabÃa proclamado que su propia figura debÃa disminuir cuando Cristo naciera y fuera creciendo incesantemente en su divinidad. El nacimiento de Juan Bautista se festeja, pues, en el momento del solsticio de verano (24 de junio) cuando el sol decrece, mientras que el de Cristo se celebra en el solsticio de invierno (25 de diciembre) cuando el sol creceâ . En este mismo sentido, agrega que tanto la fiesta de San Juan Bautista (24 de junio) como la de San Juan Evangelista (27 de diciembre) se realizan en el paso al verano y al invierno, siempre en el Hemisferio Norte. Ambos podrÃan estar reinterpretando la figura del dios Jano Bifronte, divinidad pagana ordenadora de los ciclos del tiempo, reguladora de la vida y de la muerte.
En la Edad Media los rituales Ãgnicos podÃan adquirir caracterÃsticas litúrgicas y estar incluidos en los ritos cristianos, Walter describe la siguiente acción: âuna procesión salÃa de la iglesia y se dirigÃa al lugar donde se habÃan preparado las ramas, el cura las bendecÃa y luego prendÃa la fogataâ .
Danzas malditas
Durante el solsticio de verano se realizaban ancestralmente danzas giratorias o brincadas y cantos o carolas, que a partir del siglo VIII la iglesia prohibió por considerarlas heréticas. Se conservan, sin embargo, relatos de danzas colectivas irrefrenables, âdanzas malditasâ que recibieron el nombre de Danza de San Juan, Danza de San Guido o de San Vito (casualmente, todos santos cristianos cuyas fiestas son en torno al solsticio). Para la Iglesia se trataba de fenómenos de posesión, en relación a momentos particulares del año considerados âmágicosâ, desde la interpretación de la Iglesia, âsatánicosâ. La noche de San Juan es considerada un momento propicio para la búsqueda y el uso de las hierbas de San Juan, en las que se concentraba la magia de origen druÃdico, y que eran recolectadas por mujeres (luego brujas), como queda plasmado desde la literatura en la leyenda de Tristán e Isolda, en Sueño de una noche de verano de Shakespeare y en La noche de San Juan de Ibsen.
Junto a estos elementos y vinculados al mismo momento del ciclo anual, Walter propone el culto a las piedras, que relaciona espacios sagrados paganos reinterpretados por el cristianismo, como las piedras (dólmenes o menhires que se convierten en altares); las pilas bautismales y su origen en las fuentes sagradas, y el culto a los árboles y su posterior inclusión cristiana dentro de las iglesias (como columnas con capiteles con motivos vegetales); la cabalgata de Diana y la relación de los aquelarres y los vuelos con la antigua diosa celta mujer-ave; y los cÃrculos de fuego, como la rueda encendida que incluso hasta hace poco tiempo formaba parte de la celebración solsticial a orillas del rÃo Mosela y que se relaciona con el rayo, sÃmbolo de Júpiter, de acuerdo a hallazgos arqueológicos realizados en Narbonnaise , pero también asociada a atributos de dioses indoeuropeos, ya que la rueda encendida aparece en el Mahabharata.
Al sur del Hemisferio Sur
La relación entre los ciclos anuales de las religiones agrarias y su asimilación y reinterpretación por parte del cristianismo también se puede observar en estas tierras. âLas celebraciones agrarias están fuertemente ritualizadas y se sincretizan en un culto pagano-cristiano, vinculándose al santoral católico, el que tiene relevancia popular y explica una devoción profundaâ . De esta manera, los diversos santos se convierten en protectores, patronos, de los animales, ya sean parte de la hacienda o de aquellos vinculados a ésta. En el caso de San Juan, sus protegidos son los corderos.
En esta parte del mundo la Noche de San Juan está muy cercana en el calendario al solsticio de invierno, Inti Raymi (Fiesta del Sol), que es también celebrado con fogatas y danzas hasta el amanecer, manteniendo como núcleo las rogativas de prosperidad al Sol. En Jujuy la ceremonia del Inti Raymi tiene lugar en Huacalera, desde tiempos recientes .
San Juan Bautista es considerado en el norte el santo del âmultiplicoâ ( se lo llama âSanâ San Juan), el propiciatorio para la fertilidad del ganado. Y aquà coincide con un momento del año en que se concentran las pariciones de los corderos, a los que se los llama âsanjuanesâ, âsanjuanitosâ o âsanjuancitosâ si nacieron cerca de la fiesta del santo.
En cuanto a los rituales de celebración, âen la vÃspera, se hacen grandes fogatas con la quema de leña de tola y maderas varias acopiadas a tal efecto, a las que se llama luminarias o telones para alumbrar al Santo. Son frecuentes las adoraciones a pequeños retablos familiares con la imagen de San Juanâ . El vino caliente con azúcar, ponche, y el yerbiado, son las bebidas que forman parte del ritual. A la vez, hay dos aspectos del rito que llaman la atención. Por un lado, en la madrugada del 24 de junio los creyentes ponen a prueba su fe caminando sobre brasas calientes; y, por otro, el mismo dÃa se juega con agua, a pesar del frÃo, ya que se cree que Para âSanâ San Juan el fuego no quema y el agua no enferma .
Poder asomarse y entrever la trama compleja detrás de nuestras creencias, en un contexto donde el cristianismo, al menos para nuestra sociedad, es parte de la cultura que recibimos y transmitimos, ayuda a poner en perspectiva la relación del hombre con sus divinidades y con la polÃtica detrás de la religión; puede ser una experiencia liberadora.
Walter, Philippe. (2005). MitologÃa cristiana: fiestas, ritos y mitos de la Edad Media. Paidós. Buenos Aires.
Sancti Gregorii Magni registrum epistolarum, citado por W. Philippe.
Ver La Revista de El Ojo de la Tormenta, Nº 10, páginas 34-36.
Frazer, James George. (1986). La rama dorada. (1ª ed. 1890). Fondo de Cultura Económica. México.
Walter, Philippe, pág. 129.
Se encontró en un altar dedicado a Júpiter una rueda con la inscripción âFulgurâ.
Calendario ritual agrario jujeño, publicado por la Dirección Provincial de Desarrollo Agropecuario, página 3.
Para algunos se trata de una extrapolación del culto de los Andes peruanos, para otros, es parte de la recuperación de rituales ancestrales.
Op. Cit., pág. 10.
Llamada:     El fuego no quema y el agua no enferma           (tiene que ir en la última página y si con la bibliografÃa no alcanza el espacio, sacá nomás la llamada)
|