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Laura Barberis

El mismo loco afán

Laura Barberis

      He llegado a la conclusión que lo que hace que en Jujuy, a pesar de los desencuentros, por lo general callejeros que sobrevienen ora con regularidad, ora espasmódicamente, entre el Gobierno y el Frente de Gremios Estatales y/o CCC, CTA y ATE, siga habiendo un plácido discurrir a tres cuadras a la redonda de cualquier acto o movilización, es que la opinión pública de la provincia es decididamente moderada. Lo más ácido que puede haber son comentarios, apodos y algunos chismes y cuentos en oficinas y confiterías sobre tal o cual funcionario o legislador: su capacidad para ciertos negocios, siempre de los sospechosos y, con más fruición, las anécdotas amatorias, reales o inventadas, de esos mismos dirigentes. Lo que pasa en realidad -negocios sí, negocios no, que no es igual a decir amores si, amores, no- no es materia de discusión casi nunca; alguna pasión colectiva que amontone calor y proyectos en pos de transformaciones y cambios, salvo con Gimnasia -y a veces- la opinión pública de Jujuy, no se embala, en los últimos años no se embala nunca.
      Parece que la cosa no fuera tan plácida como la he empezado a ver, porque la mirada de los medios, poco afectos a buscar noticias más lejos, cubre siempre todos los incidentes y manifestaciones que se producen en el Centro y, poco, pero también rescata el espectáculo del testeo de fuerzas propias y ajenas de los aprontes políticos; nada demasiado potente ni enérgico, nada de cambios profundos, no se interrumpe la tranquilidad en que viven la mayoría de los jujeños de cualquier nivel social y de cualquiera de las muchas franjas en que se fragmentó nuestra sociedad en los últimos años.
      Nunca se sabe qué es primero si el huevo o la gallina. ¿La anomia es porqué no hay líderes o no hay líderes por la apatía social? ¿No hay construcciones políticas que valgan algo más que un pito, porqué no hay conductores, o no hay conductores porque a la gente no le interesa la política o los cambios?.
      De todas formas hemos visto a esta sociedad conmovida a lo largo de los años, otros años, por pasiones, intereses e ilusiones que se hacían notar, medios de comunicación o no, por su propia intensidad.
      Ahora hay como un escenario múltiple, como esos circulares, donde transitan políticos, gremialistas y algún cura histriónico, pero más o menos siempre los mismos; de derecha de centro o de izquierda tienen en común una variante narcisista de preservar la regularidad de sus ratitos de exposición, de audio, de cámara y de diario y nunca advierten, como decía más arriba, que a tres cuadras de sus representaciones, la gente vive como puede y trata de pasarla lo mejor posible; se entusiasma con sus cosas y con su hacer o con su no hacer.

DE PERILLAS
      Por supuesto que tanta plancha viene de perillas al marasmo interno de los partidos políticos dominados por una ley fundamental: aquí estoy y aquí me quedo salvo que vaya a un lugar mejor, y la única idea de recambio que se produce, en el mejor de los casos es la del enroque o cambio de figuritas. Siempre me pregunto (sin haber obtenido nunca la respuesta) cómo cambian las sociedades, cómo son los procesos que van modificando en una dirección u otra el devenir histórico. Por ahora, o mejor dicho, ahora y aquí en Jujuy, lo que advierto es la consolidación de un sistema común a políticos y gremialistas sin distinción de ideologías, que va cristalizando cada vez más fuertemente la escasez de ideas y el achicamiento de las mesas de decisión que son cada vez más parecidas a una mesita ratona que a una de directorio. Esos sí, en el discurso todos están enfrentados: el PJ es mejor que la UCR y viceversa; la CCC  es más pensante que ATE y ATE más contundente que aquella, digo según explican los dirigentes. Mi impresión es que la opinión pública sigue haciendo la plancha, por ahora, porque presiente que no hay nada nuevo bajo el cálido sol jujeño y es mejor esperar, ¿cuánto?, a que aparezcan conductores más lúcidos, porqué el día que surja uno, seguramente también se van a dar opuestos más creativos, más piolas Bah.
      Si me da un poco de miedo cuando me pongo a especular quiénes son los que ganan cuando muchos (tácitamente de acuerdo algunos, inconcientemente otros) mantienen un mismo formato tanto tiempo. Los que ganan o abren una brecha lo logran porque tienen la fuerza de otras formas de poder; ahora eso sí, nunca tienen que ver con el pueblo. Nunca son gente como Ud. o como yo. Y se ve que la anomia no es sólo en Jujuy. Uno piensa en la tragedia de Cromañón y se da cuenta que ni siquiera algo así sacudió las estructuras de la marquesina dirigencial. Lo único nuevo, por lo menos para mí, fue que sentí vergüenza ajena por Ibarra y los diputados porteños que mostraban por TV su miseria, su falta de energía y una torpeza para aprovechar el río revuelto por los casi ¡doscientos muertos! que acá, dicha sea la verdad, hasta el más depredador de los que van al Dique, tiene un poco más de sutileza.
      Igual, no pierdo las esperanzas de que este año haya un poco de crecimiento en la política, en los gremios, en la protesta social, siempre hablando de dirigentes, claro.

      La desaparición del escribano Alfredo L. Benítez marca el definitivo final de una época política en Jujuy; época que atravesó durante más de medio siglo el advenimiento del peronismo, el golpe del ’55, el exilio de Perón, los sucesivos gobiernos democráticos y de facto, su retorno, la dictadura del ’76, el alfonsinazo y el discurrir de esta democracia en la que desde l983 nos debatimos buscando tener un país que nos contenga. Pero esa breve cronología ubica el recuerdo de Benítez en los mejores hechos y los más aciagos que generaron todo lo que nos es conocido. Aquella gente, entre la que el escribano estaba, tuvieron en su juventud ideales, vocaciones y sueños difíciles de comprender en estos destemplados tiempos. Fueron protagonistas de momentos históricos que marcaron hitos definitivos en la historia argentina y latinoamericana. Quizás ahora sea el tiempo en Jujuy de empezar a mirar con otro rigor lo que pasó en los últimos sesenta años.






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