Desde quién sabe qué lugar apartado
del tiempo regresan iguales
envueltos en el ritmo indiferente de las estaciones.
Unidos a los mismos árboles,
a los pájaros habituales,
al rÃo inveterado,
repiten gozosos la imaginerÃa del verano.
Allà están, sobre la tierra jugosa,
en sus reanudados juegos.
Tejen y destejen nerviosas guirnaldas
desde los bejucos al estiércol reciente,
desde el sendero a los manantiales del aire.
Ingrávidos camafeos, párpados errantes,
Escamas de luz dehiscente
y aglomeran en el barro inestables corolas.
Con qué gracia entrelazan
las alternativas del deseo
y se buscan y rehuyen en ceñido arabesco.
Alguna golondrina rompe el encanto
con el pico urgente
y esa muerte frágil, impalpable,
sucede sólo como momentánea ausencia.
Ahora colman los gajos del espacio y juntan
todas las presencias
en el hilo invisible de sus rondas
como si ataran en una sola imagen
la aparente multiplicidad de los seres.
AsÃ, efÃmeros y eternos, transitan
El cuerpo del verano
llegados quién sabe
desde qué lugar apartado del tiempo.
Mario Busignani en DÃas convocados.
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